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Miguel Mazzeo - Marx populi
reconocer, aunque sea muy tardíamente (y valga esto como autocrítica de un
viejo trosko-leninista) que incluso con la conducción y liderazgo excepcionales
de Lenin y Trotsky, el Partido Comunista y el gobierno ruso incurrieron en
gruesos errores.
A pocos meses de la toma del poder, cuando en el curso del año 1918
se sintieron acorralados por el tremendamente desventajoso Pacto de Brest-
Litovsk impuesto por Alemania, por las derrotas de las revoluciones en Hungría,
Finlandia y Alemania, por el cerco internacional y la ocupación de gran parte
del territorio por tropas extranjeras que ayudaban a los Ejércitos Blancos en
la guerra civil, y por una desesperante penuria de alimentos acompañando
la desarticulación de las actividades económicas y comerciales, el Sovnarkom
(Consejo de comisarios del pueblo) adoptó sucesivas medidas que aplastaron
la democracia soviética. Puede discutirse largamente si lo hicieron obligados
por circunstancias que no admitían opciones, si en el fragor del combate y las
penurias del comunismo de guerra se equivocaron y perdieron la cabeza, o si
las culpas deberían atribuirse más bien a las falencias, errores y provocaciones
de otros que inicialmente también fueran protagonistas de la Revolución (el
PSR de izquierda, anarquistas, mencheviques), aunque lo más probable es una
trágica sumatoria de todos esos factores y circunstancias.
El hecho fue que el Partido Comunista (bolchevique) se atribuyó el mono-
polio del poder y pasó a ejercer la dictadura (en nombre) del proletariado. Se
aplicó una política de requisa compulsiva de la producción agraria y, con el
pretexto de “llevar la lucha de clases a la aldea”, se pisotearon arraigadas tradi-
ciones comunales (la obshchina) y se ganó así el odio del conjunto del campe-
sinado. Se maltrató a las nacionalidades no rusas. Y lo más grave e irreparable
fue que el Partido lanzado a sustituir la participación activa de los trabajadores
vació de contenido y participación popular a los soviets y llevó a que los mili-
tantes comunistas quedaran enfrentados con el grueso del proletariado indus-
trial, justif cando la represión de las huelgas obreras, el aplastamiento de las
rebeliones campesinas y la masacre de la Comuna de Kronstadt...
Cabe aquí recordar el contexto: la guerra civil había agravado la tendencia
a la militarización de la política y la tentación de resolver violentamente las
discrepancias políticas f otaba en el aire de aquellos heroicos y trágicos años
en toda Europa. Al terrorismo y la salvaje violencia de los Ejércitos Blancos
se opuso no sólo otro Ejército, sino también el Terror Rojo y la Cheka. Pero
contextualizar no signif ca justif car o ignorar que ya entonces se cometieron
crímenes que no podían dejar de afectar la autoridad política del gobierno e
incluso “anestesiaron” la ética y moral de los comunistas.
En lugar de enfrentar las graves dif cultades profundizando la lucha política
en las aldeas y las empresas, discutiendo y def niendo a nivel de masas tanto
las tareas inmediatas como los objetivos económico-sociales y los valores de la
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