Page 15 - Marx Populi
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Miguel Mazzeo - Marx populi
prolongado y complejo que excede largamente el o los momentos insurreccio-
nales, por importantes y decisivos que sean.
Es preciso también revalorar la magnitud y el alcance de la llamada
“Revolución de Febrero” que comenzó con la sublevación de las mujeres de
Petrogrado en febrero de 1917 y puso f n a siglos de autocracia. Esta insu-
rrección abrió paso a la irrupción en la lucha política de las masas populares,
incluidas sus franjas más plebeyas y marginadas, en una escala jamás vista,
superior incluso a lo ocurrido con la Gran Revolución Francesa de 1789.
Millones de anónimos hombres y mujeres imprimieron a la movilización el
carácter de una revolución social en acto. Acicateadas por el descontento y la
desesperación, las masas forjaron en meses de ásperos debates y combates, la
esperanzada voluntad de cambiar el mundo y cambiar la vida.
Se insiste en presentarla como paradigma de revolución obrera, cuando en
verdad fue mucho más que eso: fue una revolución inmensa, porque raigalmente
plebeya y diversa. Conf uyeron (chocando y enriqueciéndose) tres revoluciones:
la de un proletariado reducido pero concentrado, combativo y explosivo; la
de un inmenso campesinado que conjugaba el atraso y la miseria extrema,
con una antigua tradición de rebeliones agrarias abonada por la prédica de los
narodniki o “populistas”; y las nacionalidades oprimidas, lanzadas a demoler la
“cárcel de pueblos” que había construido el imperio zarista.
El estallido y el desarrollo de la revolución en Rusia constituyó en su momento
un rotundo desmentido de los pronósticos y prescripciones del marxismo predo-
minante en la Segunda Internacional, para el cual la revolución en Rusia era
casi un impensable; y, en todo caso, el eventual derrocamiento del zarismo sólo
podría tener como objetivo abrir paso al desarrollo capitalista y la modernización
de Rusia y, con ello, el fortalecimiento y “maduración” de la clase obrera. Lenin y
los revolucionarios rusos rompiendo con ese catecismo adocenado y posibilista,
fueron capaces de advertir que el Imperialismo y la Guerra Mundial imponían
repensar la actualidad de la revolución y el rol que en ella correspondía a la acción
autónoma de obreros y campesinos en una Rusia que había pasado a ser el “eslabón
débil del capitalismo mundial”. Y aportaron todas sus energías para contribuir a
forjar desde abajo una voluntad colectiva decidida a terminar con el gobierno de
burgueses y terratenientes e imponer el poder de los obreros y los campesinos. El
partido de Lenin se lanzó a la revolución rompiendo rutinas teóricas y conser-
vadorismos organizativos, incorporando decenas de miles de militantes y reno-
vándose a todos los niveles. Devino así un partido de masas, dinámico, pleno de
contradicciones y debates, capaz de ganar la dirección de las masas y los soviets,
porque supo aprender con y de ellas.
Los revolucionarios alentaron la autoactividad de los explotados, apostaron
al poder creativo de los soviets y advirtieron que era imposible la coexistencia con
un gobierno burgués en el que participaban también “socialistas moderados”.
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