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Miguel Mazzeo - Marx populi
capitalista imprime al trabajo social. La irrefrenable valorización del valor
subsume a los productores directos y, tendencialmente, a toda la praxis social.
Por eso Marx dice que el capitalismo instaura “un mundo al revés”, de seres
humanos encadenados y arrastrados en un círculo infernal de producción y
reproducción que escapa a su control. La cuestión es: ¿cómo quebrar el imperio
de una totalidad totalizante que pone las condiciones que requiere su indef nida
reproducción? Es este el punto en que el razonamiento de Marx queda preso
de una tensión irresuelta que merece el máximo de atención.
El análisis marxiano demuestra que el capital (con la nueva base tecnoló-
gica brindada por el maquinismo y la automatización) logra articular subsun-
ción formal y subsunción real del trabajo, extracción de plusvalía absoluta
y plusvalía relativa, y convierte la fuerza productiva del trabajador colectivo
en fuerza productiva del capital, al tiempo que la organización capitalista
del trabajo modela un trabajador “parcializado”, “aplastado”, “mutilado”, en
un proceso tanto más implacable cuanto mayor es la competencia entre los
grandes conglomerados capitalistas. Dice entonces Marx que esta transforma-
ción del proceso de trabajo implica que el capital “impone su dominación
franca y directa. Generaliza también por eso mismo el combate directo contra
esta dominación”, agregando que lo haría de tal modo que “con las condi-
ciones materiales y la combinación social del proceso de producción lleva a
su madurez las contradicciones y los antagonismos de su forma capitalista y
también, simultáneamente los elementos de formación de una nueva sociedad
y los momentos de trastocamiento de la vieja”.
El recurso a la dialéctica de la “negación de la negación” para justif car que
así puede llegarse a “la expropiación de los expropiadores” es forzado, y tan
poco convincente como otros pasajes de El Capital en los que aparece la idea
de que el desarrollo del capitalismo, de las fuerzas productivas y la concen-
tración a gran escala del capital empujarán al sistema más allá de su límite
último y preparan el “parto” de la nueva sociedad gestada en sus entrañas.
La metáfora sugiere que, tanto las condiciones materiales necesarias para
la emancipación del proletariado, como la lucha de clases que conduce en
def nitiva a la revolución social, son engendradas espontáneamente por la
marcha de la producción. Pero lo que en realidad encubre y al mismo tiempo
revela es que Marx tropieza con una tensión irresoluble entre dos lógicas que
operan simultáneamente: la lógica del autodesarrollo del capital y la lógica de
la lucha de clases en términos estratégicos.
Marx yerra cuando supone que se llegará al comunismo sobre la base de “las
leyes objetivas de la historia”, porque el socialismo o el comunismo implican,
como había dicho en Miseria de la f losofía, una “revolución total” y surge
de un proyecto de emancipación humana que no está inscripto en el orden
“natural” de la sociedad…Frente a esta aporía, resta recurrir al desarrollo de
otra faceta del legado marxiano, aquella que pone el acento en que “la historia
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