Page 23 - Marx Populi
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Miguel Mazzeo - Marx populi


           capitalista  imprime  al  trabajo  social.  La  irrefrenable  valorización  del  valor
           subsume a los productores directos y, tendencialmente, a toda la praxis social.
           Por eso Marx dice que el capitalismo instaura “un mundo al revés”, de seres
           humanos encadenados y arrastrados en un círculo infernal de producción y
           reproducción que escapa a su control. La cuestión es: ¿cómo quebrar el imperio
           de una totalidad totalizante que pone las condiciones que requiere su indef nida
           reproducción? Es este el punto en que el razonamiento de Marx queda preso
           de una tensión irresuelta que merece el máximo de atención.
              El análisis marxiano demuestra que el capital (con la nueva base tecnoló-
           gica brindada por el maquinismo y la automatización) logra articular subsun-
           ción  formal  y  subsunción  real  del  trabajo,  extracción  de  plusvalía  absoluta
           y plusvalía relativa, y convierte la fuerza productiva del trabajador colectivo
           en  fuerza  productiva  del  capital,  al  tiempo  que  la  organización  capitalista
           del trabajo modela un trabajador “parcializado”, “aplastado”, “mutilado”, en
           un proceso tanto más implacable cuanto mayor es la competencia entre los
           grandes conglomerados capitalistas. Dice entonces Marx que esta transforma-
           ción del proceso de trabajo implica que el capital “impone su dominación
           franca y directa. Generaliza también por eso mismo el combate directo contra
           esta dominación”, agregando que lo haría de tal modo que “con las condi-
           ciones materiales y la combinación social del proceso de producción lleva a
           su madurez las contradicciones y los antagonismos de su forma capitalista y
           también, simultáneamente los elementos de formación de una nueva sociedad
           y los momentos de trastocamiento de la vieja”.
              El recurso a la dialéctica de la “negación de la negación” para justif car que
           así puede llegarse a “la expropiación de los expropiadores” es forzado, y tan
           poco convincente como otros pasajes de El Capital en los que aparece la idea
           de que el desarrollo del capitalismo, de las fuerzas productivas y la concen-
           tración a gran escala del capital empujarán al sistema más allá de su límite
           último y preparan el “parto” de la nueva sociedad gestada en sus entrañas.
           La  metáfora  sugiere  que,  tanto  las  condiciones  materiales  necesarias  para
           la emancipación del proletariado, como la lucha de clases que conduce en
           def nitiva a la revolución social, son engendradas espontáneamente por la
           marcha de la producción. Pero lo que en realidad encubre y al mismo tiempo
           revela es que Marx tropieza con una tensión irresoluble entre dos lógicas que
           operan simultáneamente: la lógica del autodesarrollo del capital y la lógica de
           la lucha de clases en términos estratégicos.
              Marx yerra cuando supone que se llegará al comunismo sobre la base de “las
           leyes objetivas de la historia”, porque el socialismo o el comunismo implican,
           como había dicho en Miseria de la f losofía, una “revolución total” y surge
           de un proyecto de emancipación humana que no está inscripto en el orden
           “natural” de la sociedad…Frente a esta aporía, resta recurrir al desarrollo de
           otra faceta del legado marxiano, aquella que pone el acento en que “la historia

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