Page 26 - Marx Populi
P. 26

Prólogo


           de renunciar a la lucha por cambiar el mundo y la vida o, como dicen los zapa-
           tistas, a la lucha por “un mundo donde quepan todos los mundos”.
              Pero no parece quedar otro sendero si queremos “inyectarle vida al marxismo
           y marxismo a la vida” y existen por añadidura múltiples antecedentes históricos
           que ilustran la posibilidad y productividad de este tipo de diálogos, de expe-
           riencias de autoorganización, de elementos de poder popular y de “socialismo
           práctico”. Hoy mismo, a pesar (y a causa) de la ofensiva reaccionaria y expo-
           liadora que sufrimos, se advierte la existencia de grupos y sectores subalternos
           tradicionalmente  ignorados  o  menospreciados  que,  sobreponiéndose  a  la
           dispersión y falta de coordinación, cobran protagonismo y avanzan con prác-
           ticas resistentes y esbozos de organizaciones autónomas que expresan subjeti-
           vidades explícita o potencialmente antisistémicas. Esta movilización social y
           política plural que existe, resiste y levanta exigencias que chocan con el sistema,
           refuta tanto la dogmática vertical y sustituista del marxismo tradicionalista,
           como también del populismo (tanto en sus versiones laicas y posmodernas,
           como en el social-francisquismo alentado desde el Vaticano) que evita y evade
           el antagonismo social, y procura alianzas que ningunean la autoactividad y
           la autodeterminación popular. “La emancipación de los trabajadores debe ser
           obra de los trabajadores mismos”, lejos de ser una frase de circunstancias y
           efectista, constituía para Marx –y debe constituir también para nosotros– una
           cuestión de principios. La autodeterminación es autoactividad, autoeducación,
           autoconocimiento, autoemancipación, autoliberación.
              Durante mucho tiempo imperó la idea de que la clase obrera debía ser la
           sepulturera del capitalismo porque pesaban sobre ella todas las exclusiones,
           cadenas y sufrimientos generados por el capital, de modo tal que su parti-
           cular  situación  confería  a  su  rebelión  una  dimensión  y  alcance  universal.
           Efectivamente,  el  antagonismo  capital/trabajo  vivo  puede  ser  disimulado,
           mediatizado, complejizado, pero nunca eliminado, y la capacidad que tienen
           los obreros de golpear al capital en sus puntos más sensibles sigue siendo estra-
           tégicamente imprescindible. Pero es posible y necesario ampliar y precisar “el
           punto de vista de clase”, porque no es verdad que la capacidad de antagonizar
           al capital sea patrimonio exclusivo del proletariado industrial o del trabajador
           asalariado, tampoco es cierto que esté siempre a la vanguardia y mucho menos
           que su accionar político-social deba ser concebido desde un estrecho punto de
           vista corporativo-obrerista.
              Dicho lo anterior, agrego que es imprescindible no perder de vista en ningún
           momento  que  la  concepción  y  construcción  de  lo  popular-plebeyo  como
           concreto y multivariado sujeto revolucionario, sólo conserva sentido y poten-
           cialidad manteniéndose f rmemente anclada en el antagonismo y las luchas de
           clases contra el capital, abrazando al conjunto de grupos subalternos concre-
           tamente antagónicos al capital y atendiendo la f sonomía de la explotación y
           opresión multivariada que asuman el capital y su Estado. Las clases no son entes

                                           25
   21   22   23   24   25   26   27   28   29   30   31