Page 169 - Marx Populi
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Miguel Mazzeo - Marx populi
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la biblioteca del Museo Británico, por el estudioso de la Economía Política
inglesa y por el f lósofo emparentado con el sistema hegeliano y su despliegue
del espíritu absoluto.
De manera cíclica, al f nal de su vida Marx parece volver a sus orígenes,
indagando en aquellas formas comunitarias de producción y sociabilidad
que son amenazadas por la “modernización” capitalista, algunas de las cuales
conoció en detalle durante su etapa juvenil y llegó a plasmar en diversos
artículos periodísticos, como los referidos al “robo” de leña y a la opresión
sufrida por parte del campesinado de Renania y Mosela. Pero ahora ya no
viéndolas como resabios perniciosos de un pasado a desterrar, si no en tanto
potencialidad que podía cobijar, en su seno, gérmenes de socialismo que
permitieran saltar etapas y evitar las penurias por las que transitó la industria-
lizada Inglaterra “chorreando sangre por cada uno de sus poros”.
Sin embargo, a pesar de la originalidad de sus planteos, este Marx anti-
progresista que rompe con la linealidad histórica, resultó incomprendido o,
cuanto menos, poco leído en su época (y hay que decirlo: también en las
posteriores). Fueron grupos y revolucionarios/as marginales quienes pres-
taron oído y convidaron a Marx una mirada distante del eurocentrismo, que
lo llevó a reformular sus hipótesis y conjeturas primigenias. Nacionalistas
irlandeses, populistas rusos, comunidades y pueblos “sin historia”, militantes
utópicos y clandestinos de regiones olvidadas, con temporalidades discor-
dantes y escaso nivel de “desarrollo” de sus fuerzas productivas, que preten-
dían aprovechar el privilegio del atraso para ensayar proyectos liberadores a
fuerza de voluntarismo y osadía, en diálogo fecundo –contemporáneo o
diferido– con un Marx azorado que busca aprender de (e interpretar a) esas
realidades “anómalas” al f nal de sus días.
El derrotero de este Marx que baraja y da de nuevo, curiosamente, será
el mismo que el del viejo Lenin, quien también en sus últimos años de vida
reniega del dogmatismo y confía en las perspectivas del socialismo en reali-
dades ajenas a Europa occidental (poniendo el foco en los llamados pueblos
de Oriente, en particular en China y la India), más que en la supuesta “misión
histórica” del proletariado de países industrializados como Alemania o
Inglaterra. Será el campesinado, las comunidades indígenas y los desposeídos
de aquellas pobladas periferias urbanas y rurales del sur global quienes puedan
encarnar, de acuerdo al líder bolchevique, un nuevo (o viejísimo y renovado)
movimiento emancipatorio. De acuerdo a la señera lectura de Miguel, aquel
Marx marginal y este Lenin oriental, al igual que Gramsci y el Che, apuestan a
hacer de las anomalías acontecidas en los eslabones débiles y territorios “subde-
sarrollados” una regla de futuras revoluciones socialistas triunfantes, por lo que
resultan más vigentes que nunca.
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