Page 168 - Marx Populi
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Epílogo: El marxismo como constelación
resultado ser rasgos invariantes del capitalismo. Desde su muerte en 1883, el
retrato de un Marx que luce una pulcra levita, de barba tupida y de tez y pelos
blancos, ha recorrido el mundo a pesar de que, según las malas lenguas, en sus
últimos momentos de vida se había recortado la barba, y nunca fue tan blan-
quito ni de pose académica como pretendieron mostrarlo en los daguerrotipos
y bocetos de la época. Nobleza obliga: será el maoísmo quien, en la segunda
mitad del siglo xx, ajuste cuentas con la mirada hegemónica y colonial acerca
de Marx y coloque, en las primeras páginas de sus obras en lenguas extranjeras,
un retrato más f dedigno y acorde a nuestro querido barbudo, esta vez cobrizo,
mucho más cercano a su color original. Sí, más negro de lo pensado; al f n y al
cabo, por algo le decían el moro.
Hoy sabemos que su obra fue también más oscura de lo que la pintaron, y
no resultó tan completa y coherente como intentaron demostrar sus supuestos
herederos. Marx jamás pudo ingresar como profesor a Universidad alguna
(por suerte, agregaríamos) y siempre se vio obligado a sobrevivir a expensas de
amigos y familiares, que le garantizaron un ingreso mensual para solventar su
precaria situación económica y habitacional. Lector insomne y escritor infernal
casi sin recursos, acosado por dolores corporales extremos, las tabernas y biblio-
tecas públicas fueron su of cina permanente, así como las discusiones y las
epístolas políglotas con activistas exiliados, dirigentes sindicales y militantes de
organizaciones revolucionarias ilegales resultaron un insumo fundamental para
sus ref exiones teóricas y sus conjeturas políticas, volcadas en miles de páginas
de borradores y cuadernos de notas.
Es conocido que, en sus últimos años de vida, ante la consulta de si pensaba
publicar sus obras completas, respondió en forma irónica que debían “esperar
a que las escriba”. Frente a estos sospechosos custodios de su legado intelectual,
solía af rmar también que no era marxista. Y a contrapelo de los intentos de
edif car un sistema acabado, la totalidad de su obra tuvo por propósito la crítica
militante desde la apertura y el carácter provisional e inacabado de sus catego-
rías y elucubraciones, algo que se deja traslucir en muchos de los títulos de sus
libros y artículos póstumos. Marx fue, además, un moro migrante, desterrado
y perseguido político, un internacionalista que no reconocía fronteras esta-
tales ni nacionalidad alguna. Precisamente este Marx, cabecita negra, tozudo
activista e indisciplinado escritor desde los márgenes, es el que nos convoca a
revisitar y traer al presente Miguel en las páginas de este hermoso libro.
Un Marx viejito y a la vez vitalmente juvenil, que prestará cada vez mayor
atención a lo acontecido en la periferia capitalista. Será en esos intersticios
del sistema, allí donde el capital no había aún penetrado de manera intensa
y generalizada, en los territorios “arcaicos” de lo que mucho más tarde se
denominará el Tercer Mundo, donde Marx cifre sus últimas esperanzas de
subversión del orden dominante. He aquí un Marx que algunos han deno-
minado tardío, un otro Marx, desconocido, opacado por el “científ co” de
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