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Los sentidos del marxismo


              El marxismo sigue siendo uno de los antídotos más intensos y eficaces
           contra la reificación de las relaciones humanas, contra el proceso de desen-
           cantamiento del mundo, contra la universalidad totalitaria y la esclavitud
           ideológica impuestas por el mercado. También es un antídoto frente a un
           conjunto de supuestas heterodoxias que impulsan proyectos que no buscan
           otra cosa que fortalecer las estructuras y los imaginarios capitalistas (capi-
           talismo  “regulado”,  capitalismo  con  “rostro  humano”,  o  similares);  que
           promueven  políticas  tendientes  a  neutralizar  los  desequilibrios  constitu-
           tivos de la dinámica objetiva del capital, en especial la desigualdad. Más
           allá de la complejidad de los recursos teóricos y retóricos puestos en juego,
           no hacen más que reeditar viejos reformismos e ignorar resignadamente la
           unidad estructural que, como ya señalamos, caracteriza al sistema capita-
           lista. El propio Marx demostró la inviabilidad sistémica de estas alterna-
           tivas. ¿Alguien conoce un antídoto mejor? El marxismo sigue siendo un
           insumo indispensable para intensificar los flujos de lo que late y vive, para
           que  los  seres  humanos  puedan  realizarse  plenamente  y  reapropiarse  del
           mundo escamoteado, para conjurar todo lo que el mundo tiene de atro-
           fiado y para que el mundo no le quede tan grande e inabarcable a la verdad
           y a la belleza. El marxismo fue, es y será imprescindible en toda experiencia
           popular contrahegemónica, que anticipe otra sociedad posible y que ponga
           en marcha un proceso de control del trabajo sobre el capital.
              Cabe señalar que el reconocimiento de la unidad estructural del sistema
           capitalista debería servirnos para valorar las funciones emancipatorias de
           las formas socialistas prácticas o potenciales, por lo general imperfectas,
           que pueden desarrollarse en los marcos del capitalismo, sobre todo en sus
           márgenes, en sus regiones ambiguas. Con una dosis de imaginación estraté-
           gica será posible detectar en esas formas las grietas, las fisuras que ponen en
           cuestión la unidad estructural y que permiten pensar en unidades estruc-
           turales alternativas.
              Estamos convencidos de que el sentido del marxismo está en la historia
           y la vida concreta de la-clase-que-vive-su-trabajo, de los y las pobres, de los
           explotados y las explotadas, de los oprimidos y las oprimidas. Más espe-
           cíficamente,  el  sentido  del  marxismo  reside  en  la  capacidad  de  lucha  y
           resistencia contra la explotación y la opresión de los y las de abajo. En sus
           aptitudes para torcer el destino trágico de la historia. En su rebeldía y en
           su deseo, que es como decir: en sus sueños, utopías realistas e ímpetus, en
           sus “fantasías satisfactorias”. El marxismo puede contribuir decididamente
           a que las clases subalternas y oprimidas descubran y desarrollen esas apti-
           tudes, esa rebeldía y ese deseo.
              El marxismo, para tener un sentido a la altura de su promesa emancipa-
           toria, no puede dejar de ser un marxismo militante desbordante de deseo
           y  vida  auténtica.  Un  marxismo  que,  en  términos  de  Zavaleta  Mercado,

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