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Epílogo: El marxismo como constelación


           deshumanizada, los levantamientos indígenas en la región andina, la dinámica
           asamblearia y la horizontalidad como formas exploratorias, la acción directa,
           los entramados comunitarios y el poder popular como maneras de confrontar
           con la subjetividad neoliberal, la autonomía insurgente y la ruptura con las
           modalidades tradicionales de pensar-hacer política como búsquedas incesantes.
           También nos forjamos en la lectura minuciosa de aquellos marxismos que nos
           resultaban más potentes en el fragor de la crisis de 2001 y de todo lo inédito
           que emergió de aquella coyuntura tan álgida.
              En este intenso derrotero, los libros y artículos de Miguel resultaron ser un
           insumo fundamental para quienes activamos en movimientos populares, espa-
           cios pref gurativos y construcciones de base, no solamente en nuestro país sino
           también en otras realidades de Nuestra América, en particular en Venezuela,
           Colombia y Chile. Como “teórico-militante” ha sido y es una de las referen-
           cias más originales y sugerentes de lo que varios han denominado una nueva
           generación intelectual en Argentina. Un intelectual orgánico al pie del cañón,
           generoso y comprometido como pocos, con su pesimismo de la inteligencia y
           su optimismo de la voluntad siempre a cuestas (nunca tan certera una def ni-
           ción para alguien como Miguel).
              Luego de leer y masticar las ideas que se lanzan en este libro, se tiene la
           sensación de caminar en medio de arena movediza. No hay garantismo alguno
           ni inevitabilidad del triunfo si adherimos de manera radical al marxismo que
           nos propone repensar Miguel, y menos aún hay punitivismo, como quisieron
           imponer las religiones políticas –más marcianas que marxianas– de diversos
           pelajes, a través de manuales, pensamientos of ciales e ideologías de Estado,
           códigos venerados, rituales y prácticas sectarias, o juicios inquisitorios contra
           desviadas, desviados y herejes. Hay, por el contrario, una apuesta o toma de
           partido, un jugarse a pleno por el socialismo como horizonte, aunque sin certi-
           dumbre ni leyes férreas que lo hagan af orar.
              Es un ref exionar desde el abismo, y por eso mismo resulta un pensamiento
           urgente y necesario en contextos como el actual, donde la lucha de clases, el
           odio racial, la opresión hetero-patriarcal y la confrontación callejera se tornan
           más agudas. No para que nos muestre un itinerario –insistimos: no lo hay
           y  jamás  lo  hubo,  ya  que  la  revolución  es  por  def nición  antidef nicional–,
           sino debido a que, como solía enunciar Mario Benedetti, frente a los palos de
           ciego recibidos, una tarea prioritaria es poder dar palos de vidente, y para ello
           el marxismo como anteojera, brújula orientativa y constelación rebelde aún
           constituye el horizonte insuperable de nuestro tiempo histórico, lo cual desde
           ya nunca deber equivaler a endogamia ni autosuf ciencia.
              La literatura y el arte, el ensayo y la música popular, las pinturas e ilus-
           traciones, en muchas ocasiones nos han permitido –al menos en Argentina,
           pero  estimamos  que  también  en  el  resto  de  Nuestra  América–  leer  de


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