Page 151 - Marx Populi
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Miguel Mazzeo - Marx populi
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           siguió siendo instrumental). Al mismo tiempo se equipararon las experiencias
           autogestionarias y las formas económicas que facilitaban el manejo soberano
           de los pueblos sobre los recursos naturales a los estadios premonopólicos que,
           supuestamente, retrotraían la economía a la etapa perimida caracterizada por
           la libre competencia. El sendero de los monopolios era considerado como la
           vía regia a un sistema progresista. Se trataba de aprovechar los avances del
           capitalismo  en  los  procesos  productivos  en  lo  atinente  a  la  dirección  y  los
           instrumentos contables. La idea era que el capitalismo con el monopolio y
           con la dirección centralizada alcanzaba un alto grado de racionalidad y que esa
           racionalidad (una racionalidad tecnológica supuestamente neutral que incluía
           el disciplinamiento de la clase trabajadora) podía ponerse al servicio del socia-
           lismo. El Estado sucedería al gran capitalista. Esto no fue así. Hay que proceder
           con mucho cuidado a la hora de “aprovechar” los “avances” del capitalismo.
           Tendremos que debatir harto sobre el sentido de cada uno de estos términos.
           La “racionalidad de los monopolios” no puede escindirse tan fácilmente de las
           formas de coacción del trabajo, formas automáticas y abstractas.
              El desarrollo de las fuerzas productivas no debería ser considerado un f n
           en sí mismo. No caben las visiones lineales de correspondencia/contradicción
           entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Además, no es
           lo más atinado ver esta correspondencia/contradicción como algo indepen-
           diente de la voluntad de los seres humanos. Luego, habría que desvincular
           al marxismo de toda ideología productivista, o fáustica (en el sentido del
           “dominio” sobre la naturaleza) y asociarlo a matrices centradas en la repro-
           ducción de la vida y la naturaleza, sin subordinar el reino de la libertad, “el
           estado social de la libertad”, el único estado verdaderamente humano de la
           libertad, al reino de la necesidad.
              No se trata de abjurar del Estado y la planif cación, pero sí de sus formatos
           no democráticos y burocráticos. Tampoco hay que renegar de la propiedad
           estatal de algunos medios de producción (por ejemplo, los que suelen deno-
           minarse “estratégicos”). Pero no se puede reducir la propiedad socialista a la
           propiedad estatal.
              Claro está, el papel del Estado resulta clave en los procesos de transición. Sin
           un Estado que impulse líneas de desmercantilización y que of cie como factor
           de compensación de las condiciones desiguales de las que parten la economía
           mercantil y los sistemas económicos populares, que movilice recursos f nan-
           cieros y tecnológicos, que desarrolle políticas de inversión social e inversión
           pública orientadas al sector alterativo y alternativo de la economía, las posibili-
           dades de los sistemas económicos populares serán acotadas. No podrán exceder
           el terreno de la resistencia.
              La  ley  del  valor  trabaja  “espontáneamente”  a  favor  de  la  reproducción
           del capitalismo. ¿Cómo desarrollar la capacidad de contrariarla? En su libro


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