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¿Sueñan los proletarios con revoluciones eléctricas?


           producción  capitalista–  tendrían  como  contrapartida  el  incremento  de  la
           asociatividad del trabajo, la cooperación, la organización colectiva (unidad,
           disciplina, etcétera) y el despliegue de la conciencia en sí/para sí de la clase
           trabajadora. Del mismo modo, el proceso histórico también contradice los
           planteos marxistas respecto del trabajo asalariado como la principal instancia
           liberadora para las mujeres.
              De esta manera, al marchar los procesos de centralización de los medios
           de producción y de socialización del trabajo en direcciones opuestas, no han
           arribado al punto de hacerse incompatibles con su “envoltura” capitalista. Las
           sociedades se polarizan cada vez más por los procesos de acumulación, centrali-
           zación y desposesión impulsados por el capital. En efecto, en sus fundamentos
           generales la teoría de Marx persiste rigurosa y verdadera. Él mismo, además, se
           encargó de reconocer una serie de “contratendencias”.
              En su Marx y Keynes. Los límites de la economía mixta, Paul Mattick sostiene
           que “la teoría del desarrollo de Marx ofrece varias ‘contratendencias’ que inte-
           rrumpen el curso ‘autodestructivo’ del capital tal como está determinado por
           sus contradicciones inherentes. Las ‘contratendencias’ prueban la tendencia
           general,  pues  son  meras  reacciones  a  ellas.  Están  históricamente  condicio-
           nadas, como lo está todo el capitalismo, pero son de mayor importancia en
           una época que en otras. Su efecto sobre el desarrollo general del capitalismo
           no puede estimarse por anticipado; su fuerza real sólo puede ser observada y
           juzgada con referencia al curso real de la acumulación de capital”. Vale señalar
           que  Mattick  aclaraba  que  estas  “contratendencias”  se  ponen  de  manif esto
           “por fuera de la ley general de la acumulación”. Pero resulta evidente que esa
           polarización y esos procesos no generaron el tipo de sujeto que Marx derivó de
           unas condiciones históricas determinadas: un sujeto portador de un proyecto
           civilizatorio alternativo.
              En  líneas  generales,  al  marxismo  le  ha  costado  dar  cuenta  de  estas
           circunstancias. Así, fue configurado como una versión radicalizada de la
           modernización o como un camino rápido y eficaz para arribar a ella desde
           estadios “atrasados”. Ese camino, además, se fundó en una matriz basada en
           la propiedad estatal (más que social, colectiva o comunal) de los medios de
           producción y en la planificación centralizada, burocrática y tecnocrática.
           Se terminó confundiendo el marxismo con “una ideología al servicio del
           capitalismo de Estado”, tal como afirmaba Paul Mattick en su obra citada.
           Como señalábamos más arriba, el socialismo fue (mal) pensado como una
           racionalización del capitalismo.
              En las experiencias de los socialismos reales se consideró que el monopolio
           representaba lo moderno, un avance respecto de la etapa de la libre compe-
           tencia. Entonces, se apostó al desarrollo de los monopolios estatales. Cambiaron
           las formas de propiedad, pero no los métodos ni el tipo de racionalidad (que


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