Page 153 - Marx Populi
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Mi guel M azzeo -  M ar x po puli
                                 Miguel Mazzeo - Marx populi

           la “idealización” de un tiempo en el que, efectivamente, el trabajo tenía más
           poder. No para pensar en inviables restauraciones, pero sí para rescatar un
           conjunto de elementos fundamentales para elaborar caminos que excedan al
           capital y para comenzar a transitarlos aquí y ahora.
              No se puede desconocer la evidencia de los últimos años que nos muestra
           que, en el contexto del capitalismo, el desarrollo tecnológico suele ir de la
           mano de relaciones sociales más opresivas e inhumanas, y de una creciente
           pérdida de control de las clases subalternas y oprimidas sobre el proceso de
           producción y sobre la propiedad de los medios de producción.
              Porque, como bien lo detectó Marx, la tecnología desarrollada por el capita-
           lismo no es neutral. Como “producto” de una sociedad de clases no se la puede
           separar de la división del trabajo, del valor mercantil y la propiedad privada
           de los medios de producción. La tecnología también “brota” de las relaciones
           sociales. Como señala Harvey en su Guía de “El Capital” de Marx: en el capi-
           talismo “las máquinas se utilizan para producir plusvalor y no para aliviar la
           carga del trabajo”. El capital siempre ha considerado a la ciencia y a la tecnología
           como instrumentos (propios) en la lucha de clases. Podríamos agregar que esas
           máquinas tampoco se han utilizado para emancipar a las mujeres del patriarcado.
              Una  matriz  económica  popular,  fundada  en  un  paradigma  marxista
           centrado en la praxis, no puede dejar de poner el énfasis en las relaciones de
           producción, debe constituirse lejos de todo afán universalizante y partir de una
           visión integral de los procesos históricos para delinear unos patrones econó-
           micos “situados”. Debe plantearse, por ejemplo, la construcción de un “sector
           orgánico” alternativo al capital, el desarrollo de una racionalidad productiva
           puesta en función de la racionalidad reproductiva de los seres humanos y la
           naturaleza, de la vida y no del capital. Asimismo, debe rechazar la idea capita-
           lista/desarrollista de las etapas del desarrollo y pensar la economía en términos
           de una nueva hegemonía.
              Aquí arribamos al punto en el que debemos relacionar a los sistemas econó-
           micos con la política popular, con la activación de los conf ictos sociales y polí-
           ticos, con la lucha de clases, con las rupturas radicales, con los medios políticos
           adecuados para suprimir las condiciones de explotación, con el desarrollo de
           una institucionalidad popular paralela a la institucionalidad burguesa domi-
           nante. Llegamos a una instancia que nos impone el interrogante respecto de las
           posibilidades de los medios políticos (y las intervenciones políticas) para modi-
           f car relaciones sociales preexistentes, para crear (o para alentar) otras nuevas.
           En concreto, llegamos al punto donde se torna necesario pensar la relación
           entre economía popular y poder popular.
              Lenin supo def nir a la Revolución Rusa como la combinación de la elec-
           tricidad y el poder de los soviets. Podría argumentarse que, para él, la elec-
           tricidad  remitía  al  productivismo  de  los  formatos  tayloristas-fordistas,  al

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