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52 earle Herrera
Con la obra de Blanco no se inaugura la confrontación entre los dis-
tintos géneros en la literatura. El autor mismo pertenece a una época en
la que el romanticismo irrumpe frente al neoclasicismo. Andrés Bello
observa las diferencias entre ambos movimientos o escuelas culturales y
artísticas con respecto a las categorías literarias:
En literatura los clásicos y los románticos tienen cierta semejanza
con lo que son en la política los legitimistas y los liberales. Mien-
tras que para los primeros es inapelable la autoridad de las doctri-
nas y prácticas que llevan el sello de la antigüedad, y el dar un paso
fuera de aquellos trillados senderos es rebelarse contra los sanos
principios, los segundos, en su conato a emancipar el ingenio de
trabas inútiles, y por lo mismo, perniciosas, confunden a veces la
libertad con las más desenfrenada licencia .
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Eduardo Blanco, en ese trance y ese tránsito de lo neoclásico a lo
romántico, paga tributo a uno y otro. Ni se acoge a la rigidez o riguro-
sidad de los primeros, ni «busca liberar el ingenio con trabas inútiles».
Es un hombre de su tiempo y escribe una obra que lo trasciende. Sobre
la ubicación de la misma como género literario ya se han ocupado los
críticos y la academia. Hay datos históricos y personales que no debe-
mos perder de vista. Blanco escribe en los años inmediatos a la inde-
pendencia, cuando las pasiones de la guerra y la política todavía estaban
encendidas. Lo sigue, lo escolta y lo acosa una literatura incendiaria,
proclamatoria, laudatoria a veces, en muchos casos hímnica. El mismo
Blanco fue edecán, en los años de la guerra federal (1859-1863), nada
menos que de uno de los próceres más destacados y legendarios de la
independencia, el general en jefe José Antonio Páez. Y esto, el contexto
histórico y la vida personal, a la hora de escribir, marca.
[32]_ Andrés Bello, Obra literaria, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1979, p. 353.