Page 47 - Carabobo Bajo Palabra
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Al igual que el Bolívar que sale del imaginario popular, de la vi-
sión mágico-religiosa de los pueblos, también sus hazañas y batallas
afloran en ese «juntamiento» de fidelidad histórica y «libre fantasía».
La literatura oral tiene la virtud (para algunos, el defecto) de enrique-
cerse día a día, de persona a persona, de generación en generación.
Recuerdo la anécdota de mi hermano mayor, Antonio, quien raspó
Historia de Venezuela en sexto grado porque, cuando el maestro Bas-
tardo le pidió que describiera la Batalla de Carabobo, se largó a narrar:
«Maestro, eso era plomo por aquí, plomo por allá, plomo más allá…»,
hasta que el abrumado docente lo atajó y le dijo: «Y cero por aquí».
Visto en la distancia, el hermano Antonio no estaba descaminado en
su descripción: la historia descriptiva que se nos enseñaba reducía
las batallas a plomo, bajas, victoria y derrota. Los poetas y novelistas
las verían desde una dimensión más humana. Los fabuladores, desde
su cosmovisión mágico-religiosa. Vamos, de la mano, letra y cámara
de Enrique Hernández D’Jesús al encuentro de algunos de ellos. A
doscientos años de la épica de Carabobo, apartemos tanto olvido y
escuchémoslo.
José Vicente Zambrano Manrique dice que nació en 1914 y prestó
servicio militar bajo los gobiernos de Juan Vicente Gómez y Eleazar
López Contreras. Allí no lo enseñaron a leer ni a escribir. Atiende un
puesto de ventas de cualquier cosa y los hechos históricos se le mezclan
con los imaginarios. Cree que Simón Bolívar nació en un cerro de Ca-
racas lleno de vacas y en la Batalla de Carabobo se le cruzan los tiempos
y los héroes:
En la Batalla de Carabobo [le cuenta a Enrique Hernández
D’Jesús], cuando ya le llegaron los llaneros a cogerle el parque,
ahí fue cuando el Estado Mayor, el resguardo era Sucre, y dijo
Bolívar: «Sucre se muere, pero la patria se salva», y fue cuando
le metió candela a la dinamita. Ahí se murieron muchos, pero la