Page 26 - Carabobo Bajo Palabra
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26 earle Herrera
emprende con el ejército de Colombia la campaña del sur, ya va prece-
dido de la gloria de Boyacá y Carabobo. Es el Libertador de Colombia.
El imperio español se va derrumbando en América. El impacto de ese
quiebre histórico estremece las conciencias y la sensibilidad. Carabobo
es un paso inmenso hacia el objetivo definitivo, pero este se termina
de lograr en Junín y en Ayacucho. Carabobo sella la independencia de
Venezuela, de un país. Junín y Ayacucho, la de Suramérica. Es el fin del
dominio de la corona española sobre esta parte del mundo.
En Carabobo, el incendio está en plena efervescencia. Después de
la batalla, todavía le falta mucho por recorrer a la revolución de la
independencia americana. Más que el canto y el himno, es otra li-
teratura la que priva, aquella que busca «incendiar toda la pradera».
Para esas letras insurgentes, incendiarias, de combate, es más propicio
el periódico que el libro. Otra vez, en su larga relación de amor y
desamor, se vuelven a encontrar el periodismo y la literatura. Pero no
se pueden separar ni desunir. Es en la gaceta o en el periódico donde
encontrarán albergue, vehículo y difusión los poemas y versos de esos
tiempos. Otra vez volvemos al discurso cervantino de las armas y las
letras. La poesía va a la guerra y el periódico es un vehículo menos
pesado que el libro para llevarla rápido al frente de batalla. Esas cir-
cunstancias, esa realidad objetiva, van a marcar forma y contenido
de la creación literaria. Lo recoge Olmedo en su «Victoria de Junín,
Canto a Bolívar»:
Siento unas veces la rebelde Musa,
cual bacante en furor, vagar incierta
por medio de las plazas bulliciosas,
o sola por las selvas silenciosas,
o las risueñas playas
que manso lame el caudaloso Guayas;
otras el vuelo arrebatada tiende