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24 earle Herrera



                El primero, Miguel Ángel Asturias, escribe. O reza:
                 ¡Creo en la Libertad, Madre de América,
                 creadora de mares dulces en la tierra,
                 y en Bolívar, su hijo, Señor Nuestro,
                 que nació en Venezuela, padeció
                 bajo el poder español, fue combatido,
                 sintiose muerto sobre el Chimborazo,
                 y con el iris descendió a los infiernos,
                 resucitó a la voz de Colombia,
                 tocó al Eterno con sus manos
                 y está parado junto a Dios!

                El segundo, Pablo Neruda, escribió. O rezó:

                 Padre nuestro que estás en la tierra, en el agua, en el aire
                 de toda nuestra extensa latitud silenciosa.
                 Todo lleva tu nombre, Padre, en nuestra morada:
                 Tu apellido la caña levanta a la dulzura,
                 el estaño bolívar tiene un fulgor bolívar,
                 el pájaro bolívar sobre el volcán bolívar (…),
                 Tu herencia es el pan nuestro de cada día, Padre.

                En su «Alocución a la poesía» Bello no la invoca; por el contrario,

             la increpa y le reclama: «tiempo es que dejes ya la culta Europa / que
             tu nativa rustiquez desama» . La visita de los poetas al Olimpo quedó
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             atrás. No son las diosas, las musas, las que cantan y narran a través del
             bardo. Este lo hace con voz propia y es responsable de sus actos y sus
             letras. En el mejor de los casos, más que a las deidades, el vate recurre
             a sus colegas para que hagan lo que su pluma no alcanza a realizar. Es
             lo que le pide Juana de Ibarbourou a Rubén Darío. El mismo Bello




             [7]_ Andrés Bello, «Alocución a la poesía», ob. cit., p. 20.
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