Page 28 - Carabobo Bajo Palabra
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28 earle Herrera
colectiva desde tiempos antiquísimos. Leamos al maestro:
Mientras no se conocieron las letras, o no era de uso general la
escritura, el depósito de todos los conocimientos estaba confina-
do a la poesía. Historia, genealogías, leyes, tradiciones religiosas,
avisos morales, todo se consignaba en cláusulas métricas, que,
encadenando palabras, fijaban las ideas, y las hacían más fáciles
de retener y comunicar. La primera historia fue en verso. Se can-
taron las hazañas heroicas, las expediciones de guerra, y todos los
grandes acontecimientos, no para entretener la imaginación de
los oyentes, desfigurando la verdad de los hechos con ingeniosas
ficciones, como más adelante se hizo, sino con el mismo objeto
que se propusieron después los historiadores y los cronistas .
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Igual pasó en los vastos territorios conquistados por España y Por-
tugal. Durante la época colonial, la educación está restringida a los
nobles y mantuanos. A estas clases o castas estaba limitado el acceso al
libro. Empero, el imperio no pudo evitar que los pueblos cantaran y
contaran y se inventaran mil formas de comunicarse. De allí que antes
de que la hicieran poesía o novelaran grandes literatos, la Batalla de
Carabobo se da en el campo de esas letras urgentes y de lo que, años
después, se va a bautizar como literatura oral, la que se mete sin permi-
so en las casas y haciendas, como río por conuco. Muchos la ven como
una literatura efímera, pero desde allí también se cuenta una épica
que hace al verso humilde perdurable. Así escribió, un siglo después,
el periodista estadounidense John Reed, Diez días que estremecieron
el mundo, su narrativa sobre la revolución soviética. Y lo hizo, según
su testimonio, recogiendo, archivando y ordenando cuanto periódico,
volante o papel encontró por las fábricas, calles y caminos. Alguien
debe ocuparse de las pequeñas cosas de la historia.
[10]_ Andrés Bello, ob. cit., pp. 339-340.