Page 22 - Carabobo Bajo Palabra
P. 22
22 earle Herrera
Pero su brillo no eclipsa la luz propia de Páez, Cedeño, Plaza o Pedro
Camejo. No es poco el reto del poeta que se planta frente a ellos. Decía
la poetisa Juana de Ibarbourou que para escribirle a un semidiós había
que ser, en el campo de las letras, un semidiós. Se refería a su deseo
de hacerle un himno al Libertador Simón Bolívar, algo de lo que se
reprendía, pues solo de semejante propósito sería capaz un portento de
las letras y la poesía, en este caso, el inmenso Rubén Darío. Leamos el
tributo de su lírica:
Avergüenza decir: «Voy a hacerle un himno a Bolívar».
¡Es tan menguada la voz de los hombres
para alzarla en elogio de los héroes!
A Bolívar habría que cantarle
con la garganta de los vientos
y el pecho del mar
y tendría que suplicarle al Pampero:
dame tu acento.
Y al Atlántico y al Caribe:
hoy necesito vuestra voz.
A Bolívar solo puede cantarle Darío.
¡Un dios es el que hace las alabanzas de otro dios! 6
Era el temor literario y lírico de la poeta frente a la figura del hé-
roe. Era el respeto, la admiración que la desbordaba o la hacía parecer
pequeñita. Pues bien, Carabobo no era un héroe, sino una pléyade de
próceres. De titanes. De centauros. Demasiado para los hombres y mu-
jeres de letras de los tiempos de la independencia. Demasiado también
para los que vinieron después. Se necesitaba ser un Bello, un Olmedo,
un Heredia, en la apreciación de Carilla, para acometer con fortuna
[6]_Juana de Ibarbourou, en Earle Herrera, La espada sobre el fuego, Monte Ávila
Editores, Caracas, 2015, pp. 27-28.