Page 82 - América Latina. Huellas y retos del ciclo progresista
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Usted ha calificado a Francisco como un “Papa revolucionario”.
¿Cree que puede ocupar un lugar de liderazgo ético y político para
quienes impulsan las luchas anticapitalistas en el mundo?
El Papa Francisco es un personaje revolucionario, por la postura revo-
lucionaria que viene tomando a partir de los cambios que propone en
la Iglesia Católica y su relación con la sociedad en general. Desde que
asumió buscó a los movimientos populares, a partir de su confianza y
vivencia con movimientos populares argentinos. Entonces montamos
encuentros anuales de movimientos populares de todo el mundo con él.
En el último encuentro en Roma, en noviembre pasado, el Papa nos
sorprendió a todos y todas cuando expresó conceptos radicales; dijo
que los verdaderos terroristas en estos tiempos modernos son los es-
tados, porque ellos promueven la venta de armas, promueven la dis-
cordia entre los pueblos, en disputa de los bienes de la naturaleza y de
los mercados.
Pero no se debe comparar a Francisco con Chávez, Fidel, Maduro
o Lula; él actúa en un espacio distinto, es un líder religioso. Pero es
revolucionario porque desde un espacio religioso, eclesial, asumió ra-
dicalmente la causa del pueblo. Así que, en la correlación de fuerzas
internacional, él es nuestro aliado y nos va ayudar a concientizar a la
gente, sobre quiénes son los culpables por la desgracia de la humani-
dad, que son las empresas transnacionales, el capital financiero y sus
gobiernos.
¿La crisis actual también es una oportunidad? ¿Hay motivos para
ser optimista?
En los próximos años, fruto de la crisis profunda del sistema capitalis-
ta –en términos económicos, políticos, y de la propia naturaleza del
Estado burgués–, es de esperarse que se genere en nuestro continente
un proceso de reascenso del movimiento de masas. Y con él, surgirán
nuevas formas de lucha, nuevos liderazgos, nuevos gobiernos, y una
nueva etapa histórica para el pueblo latinoamericano.
Estoy muy optimista y confiado, porque más allá de nuestras debili-
dades, de la correlación de fuerzas adversa, tenemos un sistema eco-
nómico moribundo, que no se va morir por sí solo, pero que ya no
representa esperanza o posibilidad de progreso social como fue en el
siglo pasado.
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