Page 60 - América Latina. Huellas y retos del ciclo progresista
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3. Una tercera debilidad es la débil reforma moral. La corrupción
            es un cáncer que corroe la sociedad, no ahora sino hace quince,
            veinte, cien años. Los neoliberales son ejemplo de una corrupción
            institucionalizada, cuando amarraron la cosa pública y la convirtie-
            ron en privada. Cuando amasaron fortunas privadas robando fortu-
            nas colectivas a los pueblos de América Latina. Las privatizaciones
            han sido el ejemplo más escandaloso, más inmoral, más indecente,
            más obsceno, de corrupción generalizada. Y eso hemos combatido.
            Pero no basta. No ha sido suficiente. Es importante que, así como
            damos ejemplo de restituir los recursos públicos, los bienes púbi-
            cos, como bienes de todos, en lo personal, en lo individual, cada
            compañero, presidente, vicepresidente, ministros, directores, parla-
            mentarios, en nuestro comportamiento diario, en nuestra forma de
            ser, nunca abandonemos la humildad, la sencillez, la austeridad y
            la transparencia. Hay una campaña de moralismo insuflado última-
            mente en los medios. En el caso de Bolivia decimos: ¿qué ministro,
            qué viceministro, qué diputado del pueblo, tiene una compañía en
            Panamá Papers? Ninguno. Pero en cambio podemos enumerar di-
            putados, senadores, candidatos de la derecha que en fila inscribie-
            ron sus empresas en Panamá para evadir impuestos. Ellos son los
            corruptos, ellos son los sinvergüenzas y nos acusan a nosotros. No
            tienen ninguna moral. Pero hay que seguir insistiendo en la capaci-
            dad de mostrar con el cuerpo, con el comportamiento y con la vida
            cotidiana lo que uno procura. No podemos separar lo que pensamos
            de lo que hacemos, lo que somos de lo que decimos.
            4. Un cuarto elemento, que no lo vivieron ni Rusia, ni Cuba, ni China,
            es el tema de la continuidad del liderazgo en regímenes democráti-
            cos. Cuando triunfa una revolución armada, la cosa es fácil porque
            logra finiquitar casi físicamente a los sectores conservadores. Pero en
            las revoluciones democráticas tienes que convivir con el adversario.
            Lo has derrotado, lo has vencido discursivamente, electoralmente,
            políticamente, moralmente, pero ahí sigue tu adversario. Es parte de
            la democracia. Y las Constituciones tienen límites, cinco, diez, quince
            años, para la elección de una autoridad. ¿Cómo se da continuidad
            al proceso revolucionario cuando tiene esos límites? Es un tema del
            que no se ocuparon otros revolucionarios porque el problema lo re-
            solvieron al principio. Nosotros no. Forma parte de nuestra experien-
            cia revolucionaria. ¿Cómo se resuelve el tema de la continuidad del
            liderazgo? Van a decir: lo que pasa es que los populistas, los socialis-
            tas, son caudillistas. Pero ¿qué revolución verdadera no personifica
            el espíritu de la época? Si todo dependiera de instituciones, eso no

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