Page 59 - América Latina. Huellas y retos del ciclo progresista
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ampliación de la capacidad de justicia social no viene acompañada
              con politización social, no estamos ganando el sentido común. Ha-
              bremos creado una nueva clase media, con capacidad de consu-
              mo, con capacidad de satisfacción, pero portadora del viejo sentido
              común conservador.
                No se trata de un tema de discurso, se trata de un tema de nues-
              tros fundamentos íntimos, en cómo nos ubicamos en el mundo.
              En este sentido, lo cultural, lo ideológico, lo espiritual, se vuelve
              decisivo. No hay revolución verdadera, ni hay consolidación de un
              proceso revolucionario, si no hay una profunda revolución cultu-
              ral. ¿Cómo llevar la democratización de la asamblea, como espa-
              cio, como experiencia colectiva, a una democratización del alma,
              al espíritu de cada persona, en su universidad, en su barrio, en su
              sindicato, gremio, barrio? Ese es el gran reto. Es decir, no hay re-
              volución posible si no viene acompañada de una profunda revolu-
              ción cultural. Y ahí estamos atrasados. Ahí la derecha ha tomado
              la iniciativa. A través de medios de comunicación, de control de
              universidades, de fundaciones, de editoriales, de redes sociales,
              de publicaciones, a través del conjunto de formas de constitución
              de sentido común contemporáneas.
                ¿Cómo retomar la iniciativa? Esta angustia la comentábamos con el
              presidente Evo cuando leíamos que muchos de nuestros hermanos
              que  son  dirigentes  sindicales,  o que  son  líderes  estudiantiles,  ven
              como una especie de ascenso social cuando llegan al Parlamento, o
              se convierten en dirigentes; es la culminación de una carrera social.
              Tienen derecho, después de haber sido por siglos marginados de
              poder político; imaginarse que pueden ser dirigentes es un hecho de
              justicia. Pero muchas veces es más importante ser un dirigente de
              barrio, ser un dirigente de universidad, ser un comentarista de radio,
              ser un dirigente de base, que ser autoridad. Porque es en el trabajo
              cotidiano con la base donde uno gesta la construcción de sentido co-
              mún. Y cuando vemos camadas enteras, cuando vemos a nuestros
              hermanos saliendo del barrio, de la comunidad, del sindicato, para
              buscar con derecho legítimo ser autoridad, luego queda un vacío y
              ese vacío lo llena la derecha. Y luego tendremos entonces un buen
              ministro o un buen parlamentario pero tendremos un mal sindica-
              lista, un mal dirigente universitario, en general predispuestos a so-
              meterse a la derecha. Vuelvo a decir, cuando uno está en gestión de
              gobierno es tan importante un buen ministro o parlamentario como
              un buen dirigente revolucionario sindical, barrial, estudiantil, porque
              ahí también se da la batalla por el sentido común.


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