Page 166 - América Latina. Huellas y retos del ciclo progresista
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los dos primeros, este último tiene una importancia capital: la crítica
            adeca al personalismo es la crítica al caudillismo, y por consiguiente
            la reivindicación de “las potencialidades y capacidades del pueblo”,
            en contraste con el “pesimismo de los sociólogos positivistas” del
            siglo xxi. En palabras del mismo Betancourt: “Somos un pueblo que
            puede ser gobernado impersonalmente, no por régulos imperiosos,
            no por gente despótica”. Lo “popular venezolano”, sigue Betancourt,
            encuentra cauce  y expresión  en el  partido,  y a través  de  este  go-
            bierna y es gobernado. Lo que el líder adeco testimonia es un cam-
            bio a nivel de tecnologías de poder: desde entonces al pueblo se le
            reconocerán capacidades y potencialidades, pero tendrá que echar
            mano de ellas a través del partido. En efecto, el pueblo entra por pri-
            mera vez en escena, pero en rol pasivo.
             Acción Democrática jamás cuestionó el modelo de sociedad de
            la industria petrolera. Al contrario, fue beneficiario y entusiasta pro-
            motor. Si el clientelismo es uno de los correlatos políticos del capita-
            lismo rentístico venezolano, es correcto afirmar que el “partido del
            pueblo” sentó las bases de las lógicas y prácticas clientelares tal y
            como las conocemos hoy en día. Afirma Tinker Salas: Acción De-
            mocrática “necesitaba el reconocimiento de Estados Unidos para
            consolidar su poder y mantener a raya a sus oponentes políticos.
            Más aún, necesitaba las regalías petroleras para expandir el aparato
            del Estado y desarrollar un sistema de clientelismo que vinculara
            los intereses de la creciente clase media urbana con la de los tra-
            bajadores petroleros”.
             El  18  de  octubre de  1945  marca  el  inicio  de la primera expe-
            riencia  de  “distribución  popular  de  la  renta”,  plantean  Baptista/
            Mommer. Pero “esta absorción consuntiva de la renta, sujeta a
            la finalidad de abrir cauce a una futura absorción productiva, de
            pronto  se  vio  desbordada  por  la  cuantía  del  ingreso  petrolero.
            Se establecieron así patrones de consumo y de comportamiento
            propios de una sociedad rentística”. Patrones de consumo y de
            comportamiento que, hay que decirlo, no fueron simplemente un
            accidente que frustró el desarrollo “normal” del capitalismo, su-
            perando su etapa rentística: ellos fueron suscitados por la propia
            industria petrolera, lo que le permitía legitimarse en tanto fuerza
            civilizadora o modernizadora, para emplear un vocablo más ajus-
            tado a la época. Ya en la década de 1960, con Acción Democrática
            nuevamente en el poder, el modelo de nación continuó “enraiza-
            do en la industria petrolera y los ideales de ciudadanía y participa-
            ción política que generó”, según Tinker Salas.


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