Page 92 - Yo quiero ser como ellos
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La gente habla hasta por los codos
                 la gente habla que te habla con amargura
                 La gente se la pasa en eso de andar diciendo
                 que la guerrilla y la poesía perdimos una guerra
                 La pobre gente sin un solo sueño riguroso
                 Pero digo y que mi boca sea borrada
                 desde los últimos rincones del infierno
                 la poesía sacará las uñas y nos verán a todos
                 y no precisamente con manzanas en las manos

                 Para el poeta, si la guerrilla perdió una guerra, también la
            perdió la poesía. Es lo que dice la gente a la que él advierte que la
            poesía sacará sus uñas. Mientras tanto, escribió Del ridículo arte de
            componer poesía, publicación póstuma donde se recoge su producción
            entre 1979 y 1984, año de su partida la víspera del primero de mayo,
            día internacional del trabajador, pero para él, sin desfile de hipócritas
            y demagogos. En sus páginas, como una recapitulación de su vida,
            vuelven las declaraciones de amor, a veces agresivas, a veces tiernas,
            siempre picaras; su tormenta espiritual y existencial; la descarga a los
            que se rajaron o vendieron y que le provocan no sabe si llorar o mentar
            madres; los amores perdidos y los despechos y descorazonamientos
            no superados ni a punta de rancheras; las noches solitarias en el
            rincón de una cantina exigiendo su tequila y exigiendo su canción;
            el habla coloquial consigo mismo o contigo que lo lees o con alguno
            de sus muertos; su modo de decir que inaugura su propia lógica para
            subvertir y romper el orden lógico de la oración (y todos los órdenes,
            empezando por el público). Y por supuesto, la reafirmación  ética
            de su paso por la tierra, la exaltación de su vida huracanada, la
            verticalidad recia de su canto:

                 y canto y siempre cantaré
                 hasta el día de los días
                 cuando anochezca y sea visto
                 un remolino de truenos y centellas


                 Además de ético, intenso fue el tránsito de Víctor Valera
            Mora por el reino de este mundo. Vivió, como la imagen de uno



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