Page 82 - Yo quiero ser como ellos
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hacer preguntas. Las normas de convivencia nacen sin que nadie
            las dicte, pero todos las aceptan y respetan.

                 “Nadie llegaba allí por el placer de viajar y nadie se quedaba si
            podía vivir en otra parte (…). No todos eran fugitivos de la justicia.
            Había también fugitivos del hambre, campesinos sin tierra de Boconó,
            parameños de las terroneras de Tuñame, Escorá y Las Mesitas,
            pobres diablos sin trigo de Pueblo Llano y Las Piedras. Llegaban a
            talar montaña y a sembrar café, sin pedir permiso a nadie, sin plan,
            sin jefe, uno comenzaba allí donde terminaba el esfuerzo de otro, sin
            estorbarse, sin hablar, en las vegas de los ríos y quebradas, monte
            adentro y cerro arriba. La extensión de las propiedades se medía por
            el esfuerzo de cada uno. Eran los excluidos del latifundio andino, los
            exilados del trigo merideño y del café trujillano”.


                      Estamos ubicados. El lugar de refugio era algún lugar
            en las vastedades de las montañas andinas. Empujados desde
            arriba, los fundadores terminaron haciendo pueblo en el
            piedemonte, con el llano enfrente. Hombres de las sierras, “van
            a construir sus casas en las calderas que forman las montañas, y las
            harán con las puertas hacia el páramo, al revés de cómo llegaron
            y de espaldas al llano, como si el solo mirar les diera grima”. Más
            allá empezaba otra geografía, la sabana abierta, siempre lejanía y
            horizonte, y los recién llegados se detuvieron allí porque era gente
            de montaña y neblina, de poco hablar porque la suya era una
            geografía del silencio.

                      Compañero de viaje muestra una galería de personajes
            toscos, rudos e ingenuos que parecen labrados por el paisaje que
            ellos mismos labran, sin cambiarlo. Esa geografía los moldea física y
            espiritualmente.  La espiritualidad que el narrador insufla a las cosas
            y a la naturaleza, establece un juego de escena, suerte de contrapunteo
            entre el hombre y su entorno, que en varios pasajes esas cosas y
            esa naturaleza cobran vida y entonces los personajes son los ríos,
            las montañas, las lagunas, la neblina y los páramos. La imagen de
            los exilados del trigo merideño y el café trujillano, nos habla de los


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