Page 78 - Yo quiero ser como ellos
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A la semana, ya formaba parte de un staff de escritores que
            el propio Miguel Otero Silva conformó para abrir diariamente  la
            página C-1 de El Nacional, matutino que fundara un 3 de agosto
            de 1943 con el novelista y poeta Antonio Arráiz. En la sección
            en cuestión  tuve el honor de compartir con nombres mayores
            de nuestra intelectualidad: el poeta Juan Liscano, el filósofo Juan
            Nuño, el dramaturgo José Ignacio Cabrujas, el novelista Luís Britto
            García, el historiador Manuel Caballero, el ya mencionado Ibsen
            Martínez  y  el  escritor,  crítico  de  teatro,  erotómano  o  erotólogo
            Rubén Monasterio. Allí estuvimos, en esa alineación de liga mayor,
            tratando de  chocar la bola lo mejor posible, frente a un manager
            de excepción que ni hacía señas ni daba órdenes.

                 Antes, otro  hecho literario y humorístico me vinculó con
            su persona, aunque entonces no llegué a conocerlo personalmente.
            La Dirección de Cultura de la Universidad Central de Venezuela, a
            través de su Cátedra del Humor Aquiles Nazoa, creó el Premio de
            Literatura Humorística “Pedro León Zapata”, cuya primera edición
            gané a la ley, no de un par de dados, sino de un libro titulado El
            país de las Monas Ricas y otras caricrituras, editado años después
            con el título freudiano de Hay libidos que matan. En ese evento
            literario Miguel Otero Silva integró el jurado, junto con Francisco
            Kotepa Delgado y el mismo Pedro León Zapata., vale decir, puros
            cuartos bates del humor y el humorismo en cualquier posición o
            género que jugaran en el diamante de las letras y el arte: verso,
            prosa, dibujo o caricatura.

                 Por los días en que se cumplían los cien años del natalicio
            del ilustre barcelonés, se pretendió “limpiar” su nombre de la
            “contaminación socialista”. Ocurrió lo mismo que con otro gran
            poeta, Aquiles Nazoa, a quien se intentó homenajear en un banco
            privado, cuando Aquiles tiene un poema sobre los banqueros  que
            lo libra de cualquier “homenaje” en semejante lugar.

                 Cuando Miguel Otero Silva recibió el Premio Lenin de
            la Paz, la más alta condecoración que otorgaba la Unión de
            Repúblicas Socialistas Soviéticas (la vieja URSS, para decirlo con



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