Page 81 - Yo quiero ser como ellos
P. 81

deja cautivar por el  experimentalismo formal y se dedica a contar
            historias: la cuestionada anécdota reaparece en sus páginas. No
            rinde tributo, en forma alguna, a la entonces denominada literatura
            comprometida. Conocido por sus ensayos políticos y económicos,
            Orlando Araujo se nos revela como un contador de cuentos, un
            memorioso que trae los recuerdos al tiempo presente y, merced
            a su prosa poética y precisa, los hace relatos vivos y vivaces. El
            escritor nos descubre que el tema rural no estaba pasado de moda
            porque nunca fue una moda. Lo que sí estaba fuera de tiempo y
            lugar  era el lenguaje con que el asunto era tratado y expresado.
            Un lenguaje, para decirlo con el autor, de bucares y cundeamores,
            de forastero que se pretende campesino y rebusca una forma de
            decir y escribir, mezcla de costumbrismo y criollismo, que resulta
            artificiosa, cuando no patéticamente ingenua.


                      Compañero de viaje es la crónica de un puñado de hombres
            y mujeres que aventados por las guerras civiles y penurias buscan
            un lugar de refugio y terminan fundando  pueblo. Esta expresión,
            “lugar de refugio”, en la narrativa de Araujo no es sólo un espacio
            físico, sino también espiritual. La saga de esos fundadores, en
            una secuencia de relatos breves, como escenas cinematográficas
            que se entrelazan, la cuenta el autor en un sentido monólogo del
            hijo de uno de esos hacedores de pueblo, a quien el niño llama
            “mi compañero de viaje”. Desde esa perspectiva memoriosa de la
            infancia, el narrador va armando, reconstruyendo y contando sus
            asombros.

                 “Uno de estos solitarios me enseñó los ejercicios de una
            caballería perdida en la montaña y me llevó de viaje por los caminos
            con neblina”.

                      En verdad, la fundación es un azar; no es la empresa
            que un grupo de gente se propone para levantar una aldea aquí
            o un pueblo allá. Antes bien, este puñado de hombres y mujeres
            viene de distintos lugares y empujado por distintas circunstancias.
            El azar de los caminos los hace converger y encontrarse en un
            determinado lugar y cada quien marca terreno y hace casa, sin



                                                                   81
   76   77   78   79   80   81   82   83   84   85   86