Page 136 - Yo quiero ser como ellos
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escritor, el poeta, incluso, cuando toca los temas más ásperos y esto
les insufla fluidez y amenidad expositiva, sin que las imágenes y
recursos estéticos interfieran la argumentación y al análisis.
En el viaje hacia sí mismo, prevalece el poeta. El desandar
caminos a través de la memoria, retornar a la infancia y a la
adolescencia, recordar a los padres y a los abuelos, siempre lo
cubre un halo de nostalgia. En los momentos de la amistad
rota por el fanatismo político, de las mudanzas obligadas por la
intolerancia vecinal, del amigo y subalterno fiscal asesinado en un
acto terrorista, de la soledad y el insomnio, en esos momentos, la
frágil e inasible poesía es balsa de naufragio, fortaleza, compañía,
milagro y salvación. La poesía que alcanza su más alto grado de
lirismo y hondura en el capítulo final, dedicado a Priscila López,
compañera, camarada, amiga y amor de esta vida y de la otra. Lo
titula “Falta Priscila López” y la invoca y la palabra, el verbo, se la
trae. Y en la militancia común, o mejor dicho, en la comunión que
anula toda ausencia, el revolucionario vuelve al camino y retoma
su compromiso y , para decirlo con sus palabras, se reafirma en su
credo “allí, donde todo se vuelve pueblo y la revolución salta para
construir las nuevas maneras de vivir”. Y de soñar.
Es este, de Isaías Rodríguez, uno de los libros sobre este
proceso revolucionario que vive el pueblo venezolano, más hondos,
auténticos y reveladores que leído. Es el viaje hacia sí mismo de
un protagonista de primera línea y es, sin lugar a duda, la historia
necesaria de estos días.
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