Page 137 - Yo quiero ser como ellos
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AMANECER DE BALA CON GUSTAVO PEREIRA
Nuestro querido Gustavo ahora puede, con Antonio
Machado, volver la vista atrás y ver la senda que nunca ha de volver
a pisar. No importa, allí está el camino de un intenso transitar,
hecho en una vida que no quiso ni quiere ser modelo de nada ni
de nadie. Por eso me cuido –Dios me libre- de calificarla de “una
vida ejemplar”. Nada de eso. Una vida sencilla en la concepción
martiana, esto es, profunda y sincera como la mano franca del
amigo y la rosa blanca del amor.
Ese camino de Gustavo está hecho de su andar en la poesía,
la política, la lucha social, la curiosidad, la investigación de
nuestra historia profunda, la amistad y la familia, como decir,
sus sendas y amores. El poeta es hombre de mar, desde que abrió
sus ojos en Punta de Piedra, allá en su isla, o mucho antes, hasta
que se aventuró por la mesa de Guanipa y conoció el decir de las
estrellas en el cielo de los k’ariñas, para volver a su contrapunto
nocturnal y marino con el azul, frente a las costas de Anzoátegui,
por donde vio pasar una tarde la figura martirizada y gallarda de
Alberto Lovera.
La otra tarde no sé de qué año me entré, así de refilón, que
Gustavo Pereira fue merecedor del Premio Internacional de Poesía
“Víctor Valera Mora”. Con el poeta, ganamos todos sus amigos.
La copa América se quedará pequeña para celebrar, ahora que el
vino tinto es un sentimiento que cubre toda la geografía patria. No
será la primera vez que la poesía y el deporte se mezclen, en un
cáliz o en un libro. Ha sido así desde el gimnasio griego, donde se
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