Page 140 - Yo quiero ser como ellos
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ubicado en la Cuadra de Bolívar, frente a la Plaza El Venezolano,
por donde alguna vez estuvo el viejo mercado de San Jacinto.
Llegó un dirigente político, se acercó y le comentó: “Saludos poeta,
he leído todo los poemas que le ha dedicado a esa mujer llamada
Somaris, debió usted quererla mucho”. No reímos porque Gustavo
no lo hizo, sino que dio las gracias a su “imaginativo” lector. De
esta creación del poeta, en el prólogo que escribe para la antología
que le dedica a su obra la Biblioteca Ayacucho, escribe el narrador
y ensayista José Balza:
Somaris, “versificación concisa y cortante, dulce y temible,
sabia e ingenua”.
Otro gran escritor venezolano, filósofo y poeta, Ludovico
Silva, también dio su visión sobre los somaris de Gustavo Pereira:
Con cierto ingenio etimológico podríamos asociarla con la
raíz griega soma, que significa “cuerpo”
Tiene un sonido y una apariencia persa (a semejanza de los
rubaí es de Omar Khayyan) Son fulgurantes diamantes verbales.
Gustavo Pereira viene de la poesía y el ensayo, del verbo
y de la prosa, o mejor, no viene, va, transita la palabra, que es su
vida y apuesta, su voluntario destino. El suyo es un viaje ético y
estético. Si alguien lo ubicara en la literatura comprometida que
incendió toda la pradera creativa durante la década de los 60 -la
década violenta- del siglo XX latinoamericano, habrá que precisar
dialécticamente esa ubicación: Pereira es un comprometido de y
con la literatura. Compromiso con la historia y la palabra, pueblo
y verbo. Más acá de la poesía y también, poesía mediante, hurgó
en los orígenes y raíces de nuestra identidad, en nuestro Costado
indio, para decirlo con uno de sus títulos. Y en el otro costado
también, o en ambos, en sus tres tomos de Historias del Paraíso.
Un poema suyo llegó a mi mesa cuando escribía el libro La
espada sobre el fuego, un texto donde me dedico a leer y entender a
varios de los poetas que le escribieron al Libertador Simón Bolívar.
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