Page 143 - Yo quiero ser como ellos
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La llamada democracia representativa, bajo los “principios” del
            Pacto de Punto Fijo, cerró periódicos y encarceló periodistas desde
            el gobierno de Rómulo Betancourt hasta la segunda administración
            de Rafael Caldera, cuando incluso un astrólogo, filósofo y profesor
            de la UCV fue encerrado en la Disip. Desde La Pava Macha, bajo
            la dirección de Kotepa Delgado, hasta la revista Reventón, supieron
            de prohibición y cárceles. Pedro Duno, director de Punto Negro y
            Miguel Capriles, propietario de la cadena que lleva su nombre, vieron
            confiscados sus medios y tuvieron que salir al exilio para zafarse de la
            prisión.

                 El crítico de arte y periodista José Ratto Ciarlo, entonces
            director del Suplemento Cultural de Ultimas Noticias, fue enjuiciado
            por ilustrar un cuento de Argenis Rodríguez con unos dibujos que
            la censura puntofijista consideró pornográficos. (El pornógrafo
            autor de los dibujos se llamó en vida Pablo Picasso). Por un cuento
            titulado “El inquieto anacobero”, la justicia de la cuarta república sentó
            en los tribunales a ese gran novelista venezolano que fue Salvador
            Garmendia. La película “El último tango en París” fue prohibida
            porque la moral puntofijista consideró que el pueblo venezolano
            no estaba preparado para ver las imágenes  de un desatado Marlon
            Brando y su chica. Luego de ganar el Premio Municipal de Cine por
            la cinta “El Caso Mamera”, los censores de la cuarta  desconocieron la
            decisión del jurado, prohibieron el largometraje y acusaron al cineasta
            y poeta Luis Correa de “instigación a delinquir”.

                 Es apenas un botón de una muestra demasiado larga y vergonzosa
            para la cultura venezolana.  Que un alto funcionario de Colombia pida la
            censura para un escritor venezolano de la talla de Luís Britto García y que la
            derecha y oposición intelectual guarde penoso silencio, es perfectamente
            comprensible en este contexto y no resulta ninguna sorpresa. Por el
            contrario, los perseguidos y perseguidores de ayer,  maridados luego por
            el antichavismo visceral, siempre encuentran su “Portero de Noche”. Esta
            vez, en la figura de un censor y canciller.


                 El destino, con sus jugarretas, le deparó a Luís Britto García
            el papel de abogado defensor de Venezuela en materia de libertad


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