Page 11 - Yo quiero ser como ellos
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Es en sus  “Cartas” donde revela esa vena humorística
            porque  en éstas, en tono coloquial,  comunica a sus amigos
            cuestiones personales. En noviembre de 1853 le dice en misiva al
            General Morán: “Escríbame a Lambayeque, y si puede mándeme
            un socorro, porque estoy como las putas en cuaresma, con capital
            y sin rédito”.


                 En medio de su precaria situación económica, emplea un
            símil jocoso pero revelador. Por aquellos tiempos se guardaba
            la cuaresma, no como ahora, de modo que para las hoy con
            justicia llamadas trabajadoras sexuales, eran días malos, de cero
            transacciones. Así se encontraba también el Maestro, sin un peso.
            Pide el encargo y todavía se despide del General Morán con humor:

                 Deseo a usted como para mí
                 salud para que no sienta que vive
                 distracción para que no piense en lo que es
                 y muerte repentina
                 para que no tenga el dolor
                 de despedirse de lo que ama
                 y de sí mismo para siempre.

                 Nada más solemne y serio que la muerte. Simón Rodríguez
            la trata con irreverencia y sorna en sus escritos. También la locura
            es cosa seria. Al maestro lo acusaron de padecer tal patología.
            Siempre ocurre con los adelantados a su tiempo. No se ocupó ni
            preocupó por desmentir a quienes lo “diagnosticaban” por sus
            ideas y su forma de llevar la vida. Por el contrario, les sigue la
            corriente, les dice que sí, que tienen razón. “Usted me dispensará
            –le escribe al General Francisco de P. Otero- considerando que es
            cosa muy dura convenir en que me falta el juicio… No hay loco que
            no lo haga, aunque lo maten”. Es cierto, ningún loco acepta que es
            loco y Rodríguez se burla señalando que ese es uno de los signos y
            síntomas de la enajenación.


                 En la misma carta al General P. de Otero, quien lo nombró
            preceptor de su hijo pese a las advertencias de un tal señor James


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