Page 10 - Yo quiero ser como ellos
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SIMÓN RODRÍGUEZ:
AL MAESTRO CON HUMOR
José Ignacio Cabrujas dijo en una entrevista que “el humorista
es incrédulo por naturaleza, pone en duda lo que le sucede, reniega
del protocolo o la solemnidad”. Pocos personajes históricos más
lejanos de la solemnidad y el protocolo que don Simón Rodríguez.
Con su vida y magisterio escandalizó a la sociedad de su tiempo.
De loco, lo tildaron unos. De subversivo, otros. Ligero de equipaje
siguió por el mundo con su sabiduría y su sonrisa, abriendo surcos
y haciendo caminos, como cantara Antonio Machado.
No fue un humorista, en el sentido de quien obra o escribe
para provocar la risa o el agrado. Mucho menos un chistoso, de
los que andan siempre con la chanza a flor de labio. Fue, eso sí, un
hombre con sentido del humor; “un portento de gracia y talento”,
“un maestro que enseñaba divirtiendo”, como lo definió su más
preclaro discípulo. Fue, pues, un hombre de humor para enseñar
sin imponer y, también, para sobrellevar los momentos más
difíciles de su vida.
Las del humor son armas que no se oxidan, escribió Adriano
González León, “porque, a veces, se vuelven contra sí mismas. El
humor alcanza a su propio ejecutante y esa práctica de un descarado
hara-kiri de la risa le otorga substancial soberanía. Por ello el
humorismo no es un ejercicio literario: es un ejercicio de la vida”. Y
es en los momentos de penurias y dificultades cuando don Simón
Rodríguez recurre al humor, lo vuelve contra su propia situación,
y conjura así todo sentimentalismo o autocompasión.
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