Page 75 - Vida ejemplar de Simón Bolívar
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Santiago Key Ayala

               Entra en la casa de los humildes y su conversación discurre con
            la llaneza que inspira la confianza, con la dignidad que conserva
            el prestigio de la autoridad.
               Como sus actos, su verbo. Es contra toda lógica separar el verbo
            de Bolívar de su acción, como si fuesen dos funciones distintas.
            Forman una sola función, están dirigidas al fin único. Bolívar
            lleva la revolución en las armas y en la palabra. Gana naciones con
            batallas. Gana pueblos y hombres con su verbo alerta, flexible, de
            apóstol, de hombre convencido. Posee varios acentos. El acento
            es adecuado al objeto. Convence, confunde, deslumbra, inspira
            fe y confianza. Es el que conviene a los pueblos a quienes se dirige.
            El poeta no es fustrado, porque es el héroe de su propio poema.
            Lo sueña con la palabra. Lo escribe con la acción. Ved ya la
            razón de este capítulo. Después de Bolívar, hombres teatrales han
            reemplazado a menudo la acción con la palabra. Han proferido
            hipérboles. Se han decorado con epítetos. Han roto la proporción
            entre la idea y el hecho. Toda una literatura desbandada, falsa y
            grotesca ha nacido en el predio de la política. Se ha extendido
            luego en epidemia y endemia a las demás actividades, científicas,
            literarias, artísticas, sociales. Hombres notables y notorios siguen
            y propagan el mal ejemplo, viendo todo con vidrios de aumento,
            cubriendo de falsa gloria a figurones de baja calidad. Asombran
            los elogios que dirigen, no ya a los poderosos a quienes se teme,
            sino a todo el mundo indistintamente. Es la depreciación de las
            palabras. Pueden prodigarse sin medida. Se puede ser generoso
            de ellas. Son papel moneda depreciado, sin contenido de valor.
               Aun cuando los epítetos de Bolívar sean aumentados, siempre
            ofrecen un núcleo de justicia. Él subraya la virtud descollante en
            cada hombre. Cada hombre se siente honrado en su virtud. Los
            malos imitadores ni siquiera se cuidan de respetar las semejanzas.
            Sus hipérboles suelen asemejarse a tremendas ironías. El avaro es
            alabado por su generosidad. Se propone por modelo de honradez
            a quien se apropió caudales.
               Si admitimos que hay en Bolívar al lado de su grandeza el
            sentido decorativo, no debemos olvidar que debajo, o detrás
            de la decoración, está una construcción sólida y grandiosa.
            Es frecuente, en cambio, que las decoraciones de nuestra vida
            nacional sean papel pintado. Detrás, hay tela burda y madera
            basta. El amor a lo decorativo ha gravitado demasiado tiempo


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