Page 72 - Vida ejemplar de Simón Bolívar
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máS ACá DE LA mUERTE


                  La vida ejemplar no concluye junto con la vida material del
               hombre histórico. Antes bien, a menudo comienza a ejercer
               acción mayor casi inmediatamente después de la desaparición.
               Derrúmbanse las barreras que los intereses individuales habían
               levantado en torno del hombre superior. Desvanécense las sombras
               que rivales, émulos y ambiciosos de ocupar el puesto ahora vacío,
               levantaron. Comienza a sentirse la ausencia del hombre glorioso.
               Se plantean comparaciones. Y la vida en verdad grande y útil, se
               destaca más alta y más luminosa. Si es trascendente, se la va sintiendo
               insertada en la vida nueva. Se la siente actuar. El grande hombre
               está más presente, depurado, libre de los contrastes pequeños, apto
               para lucir en la plenitud de su grandeza y de su obra. Ha llegado el
               momento de la historia. Acláranse las dudas, las calumnias se desva-
               necen. Descúbrense documentos y testimonios ocultos con malicia,
               o tergiversados, hasta falsificados antes. Es todo el proceso de la
               reivindicación, del arrepentimiento que va ganando poder y crédito.
               El grande hombre que trabajó por el bien colectivo y padeció por
               la incomprensión y la ingratitud, aquel que padeció por la precisa
               trascendencia de su obra, es glorificado, y su esfuerzo, su sacrificio, su
               alteza, se proponen como ejemplo a los hombres nuevos y a los que
               han de venir. Se cuenta en definitiva con una vida ejemplar.
                  Tal ha ocurrido, y de manera singular, con la vida de Bolívar.
               Vosotros sabéis ya cómo crece su gloria, cuán vivas y presentes están
               sus lecciones en los inmediatos o remotos destinos del mundo.
                  Después de haber padecido en carne propia la incomprensión y
               la injusticia; luego de filtrado por la crítica; después de incorporado
               para siempre en la mayor riqueza espiritual de la humanidad, todavía
               ha de afrontar el grande hombre prueba distinta, no menos dolorosa.
               Pasó la hora de los detractores. Llega la de los aduladores, los simu-
               ladores, los explotadores de la gloria. Gárrulos panegiristas, comen-
               taristas intensos, oportunistas, caen sobre el nombre del Glorioso
               y lo desfiguran. Son, o se fingen idólatras del “Innumerable”. Casi
               lo desacreditan, de tanto acumular sobre su personalidad excelsa
               falsas anécdotas, falsos conceptos, atribuyéndole debilidades con


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