Page 74 - Vida ejemplar de Simón Bolívar
P. 74
LO QUE DEBEmOS ImITAR DE BOLíVAR
Se le ha enrostrado a Bolívar el amor a la pompa de las entradas
triunfales que acompañaron sus victorias, la pompa de su verbo,
la fogosidad de sus loas y de sus anatemas. Ciertos críticos lo han
presumido poeta frustrado. En desquite, otros han llamado a los
hombres ilustres, de escaso y oscuro verbo, “grandezas sin voz”.
En boca de sistemáticos detractores de Bolívar, esos cargos
apenas disimulan el empeño de rebajar su figura, medio de elevar
a otros, presuntos rivales en la admiración de la historia. Importa,
sin embargo, que vosotros examinéis tales cargos y los situéis en
el plano de la verdad y la justicia.
Buena porción de las teatralidades que se imputan a Bolívar
son pura invención. Era generoso y obsequioso en la vida diaria.
Sabía situarse a nivel con su posición oficial e histórica. Cuando,
caudillo de una revolución de trascendencia universal y jefe de
Estado, recibía las visitas de viajeros ilustres, siquiera notables,
no descuidaba su propio decoro ni el prestigio de la patria que
representaba. Sabía el efecto de las grandes ceremonias. Las
había presenciado en Europa. Conocía el efecto de la pompa y el
fausto en pueblos hijos del sol, enamorados de la luz y del color.
También sabía presentarse tal cual era, severo y sobrio, antes triste
que alegre, contraído a su obra.
También los pueblos le ofrecían con espontaneidad honores y
preseas. Él cuidó siempre de vincularlas, no a su individualidad,
sino al prestigio de Colombia, a la gloria de sus conmilitones, al
esfuerzo de jefes y soldados. El Ejército no fue nunca el ejército
del Libertador. Fue el Ejército Libertador. Los hombres que lo
componían fueron “los Libertadores”.
Nada teatral en las horas de lucha y de trabajo. Ni en la indu-
mentaria ni en los hábitos. A veces, ni en el momento de la victoria.
Ganada la batalla de Boyacá, Bolívar se adelanta solo hacia la capital
de la Nueva Granada. Su aspecto no es el del general triunfador, sino
el de un jefe de los derrotados. Un guerrillero patriota lo confunde,
le grita: ¡alto! y está a punto de disparar sobre él. Bolívar no le hace
caso. El guerrillero lo reconoce y baja el arma.
73