Page 51 - Vida ejemplar de Simón Bolívar
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Santiago Key Ayala
admiración por la obra cede el primer puesto a la admiración de las
virtudes que la realizaron. Es la ejemplaridad de la obra y de la vida.
Con razón sobrada se asigna a los que llegan muy alto en el
desarrollo de su aptitud el renombre de maestros, aunque no
sean profesores. Enseñan por su propia virtualidad. Su obra y su
vida siguen siendo lecciones cuando el hombre que las da, vuelto
polvo, no tiene ya otra voz que la de su ejemplo.
Sin la ejemplaridad, las grandes acciones, las grandes obras,
carecerían de acción social. Proliferan, y así se dilatan en el
tiempo. Ciertas radiaciones poseen la virtud de despertar –digá-
moslo así– nuevas radiaciones que sin las primeras no podrían
producirse. De las personalidades grandes y útiles al desarrollo
humano fluyen las radiaciones del ejemplo que despertarán
nuevas radiaciones y prolongarán la acción de la personalidad.
Por su grandeza intrínseca, la obra de Bolívar no puede ser
modelo para los jóvenes. De ella radia, y a torrentes, la ejem-
plaridad. Los caminos que la hicieron posible, los caminos del
esfuerzo están siempre abiertos, y si no son siempre los mismos,
su conocimiento adiestra para andar por los caminos nuevos y
realizar la obra propia y adecuada al momento en que se vive. La
ejemplaridad no está tanto en los resultados, como en los recursos
y métodos que puso en acción.
Bolívar sueña, proyecta, realiza. Apura el trinomio fundamental.
Soñar, proyectar, son premisas. La acción es la consecuencia. Sin
ella la vida de Bolívar hubiera sido raciocinio inconcluso. No
fue así. Fue hombre completo. Coronó la trilogía iniciada en su
juventud, la trilogía en que deben inspirarse los jóvenes, la que hace
grandes a los hombres y a los pueblos. Soñar, proyectar, realizar.
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