Page 46 - Vida ejemplar de Simón Bolívar
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TRINOmIO fUNDAmENTAL: SOñAR, PROYECTAR,
               REALIzAR



               SOñAR
                  Es anticipar un futuro mejor. El sueño puede ser individual y
               manchado de egoísmo. Si anticipa una mejora para el individuo,
               capaz de hacerlo más apto, si la mejora no es antisocial, el sueño,
               sin ser un gran sueño, es legítimo. Al fin de cuentas, la mejora
               social de los individuos concluye en mejora colectiva. El mayor
               valor de los sumandos engrandece la suma. Vosotros, jóvenes,
               tenéis el derecho de soñar así.
                  Cuando el sueño, sin dejar de ser individual y egoísta, se entre-
               laza con sentimientos altruistas, comienza a ganar en nobleza e
               importancia. El joven profesional aspirante a mayor aptitud para
               elevarse y ganar crédito, consideración y proventos; aun el artista
               y el hombre de ciencia, aspirantes a saber por el placer de saber y
               elevar su pensamiento, cumplen una función moral y no tienen
               por qué avergonzarse de su sueño. Si a la vez sueñan con poner
               sus aptitudes, sus ganancias espirituales al servicio de su país y
               de la humanidad, su sueño se sale de ellos y entra en el más alto
               nivel del sueño colectivo.
                  Simón Bolívar, apenas adolescente, comienza a soñar. Sueña,
               primero, con el amor idílico, la novia cándida y pura, la suave
               felicidad del hogar tranquilo. Sueña con reconstruir el ambiente
               que la vida le negó al arrebatarle a sus padres. Sueña –el sueño
               que nunca lo abandonó–, sueña tener hijos y ser para ellos el
               padre amoroso que él apenas tuvo. Sueño de adolescente, todavía
               informe; sueño individual, candoroso y egoísta.
                  Roto este período de sueño por la adversidad, Bolívar comienza
               a soñar de nuevo. Ahora, sueña con el lujo, el esplendor, la gloria.
               Sueños vagos y todavía abstractos, en apariencia más egoístas
               que los primeros. Observad, sin embargo, que Bolívar sueña
               ya con la gloria. La gloria, si egoísta, no es gloria: es vanagloria.
               Pero, a la reciedumbre que comienza en Bolívar, no le satisface la
               vanagloria. El fausto, el oropel lo cansan pronto y busca a tientas
               satisfacer la más honda y luminosa preocupación de un alto espí-
               ritu: dar un objeto a su vida.




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