Page 44 - Vida ejemplar de Simón Bolívar
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EL APÓSTROfE
En medio del pánico general producido por el terremoto de
Caracas, el 26 de marzo de 1812, Simón Bolívar trepa sobre las
ruinas del templo de San Jacinto y profiere como un reto a los
enemigos de la revolución la frase inmortal: “Si la naturaleza se
opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”. José
Domingo Díaz, el enemigo irreductible, la califica de demencia
y de blasfemia.
Pudiera parecerlo, si la historia de la civilización no represen-
tara en realidad la historia de la lucha del hombre con la natura-
leza. Luchando contra ella, el hombre se ha adaptado a los más
diversos climas, ha marchado por sobre las aguas, escalado las
montañas, conquistado el aire, armado sus ojos débiles e imper-
fectos con el telescopio y el microscopio para divisar los mundos
remotos y el mundo de los imponderables. Es la propia naturaleza
la que ha puesto en él ese germen de reacción, brindando a la inte-
ligencia los medios de satisfacerlo. El hombre se hace obedecer
de la naturaleza oponiendo leyes naturales a otras leyes naturales.
Opone al frío la mala conductibilidad de las pieles y las lanas. A
la luz fuerte, la opacidad. A la movilidad de las aguas, la ligereza
de la madera, los pesos livianos en los grandes volúmenes. Ha
logrado que la pesantez lo impulse hacia arriba, aprovechando
el empuje de los gases y la resistencia del aire. Se ha construido
así un mundo suyo, amenazado siempre por las fuerzas libres de
la naturaleza. Es toda la obra de la inteligencia y de la voluntad.
En las ruinas de San Jacinto, Bolívar es formidablemente
humano. Es el hombre, fuerte por la conciencia de lo que puede
frente a la naturaleza. El carácter en medio del pánico. El valor
genial frente al miedo. La fe, de frente a la duda. Los hechos le
dieron toda la razón. Nunca apóstrofe al parecer más jactancioso
fue mejor justificado.
Fortaleció su propia naturaleza física, e hizo del petimetre
otrora seducido por los placeres de París y de Londres, el jinete
infatigable, admiración de los llaneros. Arrostró las grandes
penalidades de la emigración: los caños, las fiebres, los páramos.
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