Page 41 - Vida ejemplar de Simón Bolívar
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Santiago Key Ayala
el ánimo de que los demás vean y palpen con nitidez lo que el
espíritu altividente está viendo y palpando: tendréis un educador,
un maestro.
Hasta en el procedimiento de su expresión, Bolívar aplica
métodos pedagógicos. No se detiene a razonar los conceptos que
estima evidentes por sí mismos. No oscurece con inútiles desarro-
llos la idea que ha expresado con toda claridad. Toma por esto en
ocasiones el tono dogmático. “La gloria consiste en ser grande y
en ser útil”. “El talento sin probidad es un azote”. “El alma de los
esclavos se adormece en las cadenas y se exalta en los tumultos”.
De tales pensamientos se han sacado colecciones de sentencias,
verdaderos códigos de altruismo y moral colectiva.
Mas, cuando se requiere explicación, él sabe darla, tan neta,
tan vívida, como cuando formula dogmas y sentencias. Siempre
deja ver su aspiración a convencer, a persuadir, a ser comprendido.
Hasta en sus órdenes, él, que también sabía hacerse obedecer, deja
entrever al maestro. La razón de la orden va envuelta en ella con
suma habilidad. Hijo del siglo razonador, no quiere creyentes
fanáticos, sino discípulos fieles. Guía de una sociedad que aspira
a ser libre, no quiere esclavos ciegos a quienes mandar, sino ciuda-
danos conscientes a quienes conducir.
Cuando frente al sitio de Valencia, da a Urdaneta la orden
tremenda: “Defenderéis a Valencia, ciudadano general, hasta
morir”, no obstante saber a quién la dirige, justifica en una sola
frase el sacrificio que pide y ordena: “Porque estando en ella
todos nuestros elementos de guerra, perdiéndola se perdería la
República”.
Da severa reprimenda a un conmilitón distinguido, y en cada
severidad va explícita la razón de ella:
No me ha parecido bien que usted haya abierto mis cartas confiden-
ciales de Santander y Peñalver. Las cartas confidenciales son sagradas
para todo el mundo, porque son secretos de otros que no se deben
confiar... Quiero que el servicio se haga oficialmente, y no por cartas,
pues las cartas no son documentos públicos, que deben siempre
aparecer. Yo detesto ese modo de entenderse, pues no hay medio de
contestar oficialmente una carta, sino por irregularidades chocantes,
no quedando documentos sobre que recaigan las resoluciones. Las
cartas son muy buenas, pero los oficios también.
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