Page 38 - Vida ejemplar de Simón Bolívar
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Vida ejemplar de Simón Bolívar

               madrugada. No por ciertos libros de recreo, sino las altas obras de
               la literatura, del arte de la guerra y de la historia. En el templo, ya
               en pleno triunfo, en plena gloria, leía mientras seguía las ceremonias
               religiosas. ¡Improvisado, improvisador él, tan lleno de previsión y de
               cálculo! Tuvo, con el genio, la larga paciencia.
                  Y pocos tan humildes, con la humildad de la sabiduría, como
               ese genio, uno de los mayores de la historia humana. Sabe lo que
               debe a sus maestros. Quiere poblar de maestros todos los rincones
               de su vasto país.
                  ¿Quién es ese hombre que en un pueblo del Perú, febril de cuerpo
               y de alma, piensa, escribe, dicta cartas y órdenes, está entregado
               por entero a su obra? La suerte de un pueblo, de un continente,
               del porvenir de una idea están pendientes de él. Ya es célebre. Ya
               su gloria resuena en el mundo. Todos los hombres amantes de la
               libertad sueñan con su triunfo. Está en una casa, en un pueblo.
               Parece indiferente, extraño a todo lo que no sea su trabajo. ¿Quién
               es ese viajero humilde, de aspecto huraño y extraño que llega en
               modesta cabalgadura, tan extraña, tan humilde como él? Ha llegado
               a la casa donde trabaja el grande hombre. Se ha desmontado, ha
               preguntado, ha revelado su nombre. Un edecán ha ido a decirlo.
               Aguarda a que lo hagan entrar. Pero el grande hombre no espera. De
               un salto ha dejado sus papeles, sus planos, sus amanuenses, y se ha
               lanzado a la puerta de la calle. Y abraza, lleno de emoción sincera, al
               visitante. El hombre que sale es el Libertador de América. El humilde
               viajero que llega es don Simón Rodríguez.
                  Releed la carta de Bolívar a su maestro, al saber que está en
               América. Es uno de los más hermosos documentos que haya sido
               escrito por un grande hombre. Quizás Bolívar exagera la acción de
               Rodríguez sobre su genio. ¡Admirable exageración! ¡Cuánta gran-
               deza, cuánta nobleza, cuánto empeño en achicarse ante el filósofo, él,
               el grande hombre del pensamiento y de la acción! ¡Y cómo no logra
               empequeñecerse, sino que se hace mayor por la magnanimidad, la
               gratitud y la viril ternura del discípulo!
                  Ahora podéis reír de los petulantes de ciencia infusa que nada les
               deben a sus maestros, y los miran por encima del hombro. Bolívar os
               enseña cómo se puede ser el eterno discípulo, cómo se puede llegar
               a lo más alto de la gloria humana sin renegar la deuda de sabiduría
               y gratitud que el niño contrae, y sabe pagar después el hombre de
               verdadera grandeza.


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