Page 49 - Vida ejemplar de Simón Bolívar
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Santiago Key Ayala
enorme suyo. Por eso, no descansa. No puede descansar. Siempre
falta por hacer, y es como no haber hecho nada. Bogotá, Caracas,
Quito, Lima, el Cuzco, cada una es la base para la etapa que sigue.
Punto de apoyo para el inmediato esfuerzo.
Cuando escapado del desastre de la Primera República vene-
zolana, poco brillante aún, pobre de autoridad, expone sus miras,
ya en su espíritu están eslabonados los proyectos parciales, trazada
la cadena de realizaciones. Con tal claridad, con tal lógica, que
espíritus reflexivos comprenden al punto, no ya el fuego generoso
del soñador y del apóstol, sino también la trabazón férrea del
proyecto, la estructura de la obra, el edificio concreto de inevi-
table coronación.
Halla protectores eficaces porque lo han comprendido. Son
hombres de Estado, capaces de medir las dificultades y los medios
para vencerlas. Esto es lo que Bolívar les pide. Dénsele, que él
sabrá emplearlos. Ellos se los dan, porque han visto del brazo,
junto con el soñador, al hombre de pensamiento y de realidad,
clara y larga la mirada, fuerte el puño; al proyectista audaz pero
calculador, extraño a visiones inconsistentes, matemático de la
vida, apreciador justo de los valores de las ideas, los hombres y
las cosas.
Pintar al Bolívar que proyecta, al Bolívar que condensa sus
sueños, al Bolívar que a la luz de su genio forma planes, los ordena
y los prepara, es pintar el mayor de los hombres de excepción que
conviven en su personalidad, es hacer la relación de su vida y de
su obra. Allí reside todo él. Si ese Bolívar, a la vez subjetivo y
objetivo, hijo del ensueño y de la realidad, no hubiera coexistido,
tendríamos un fantaseador y un poeta, no un Libertador.
Hemos tenido en Venezuela, después de Bolívar, hombres
ilustres que amaron la patria, la sirvieron y son parte de nuestra
herencia de orgullo. No estamos escasos de hombres que
poseyeron grandes aptitudes de sueño y las desplegaron como
una bandera. Hemos poseído hombres fuertes y hombres de
pensamiento y de virtud. Han solido faltarnos los caracteres
completos, donde las facultades, quizá con menor intensidad,
pero con mayor lógica y armonía, se compartieran el dominio de
la acción. Hemos tenido con frecuencia las mejores aptitudes, no
concentradas en una sola personalidad, sino esparcidas en perso-
nalidades distintas. La falta de conjunción entre tales aptitudes
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