Page 50 - Vida ejemplar de Simón Bolívar
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Vida ejemplar de Simón Bolívar

               nos ha costado caro en muchas etapas de nuestra historia. Produ-
               jimos hombres incompletos, o mal equilibrados, o disociados,
               o constituidos en proporciones inarmónicas. No han estado,
               no podían estar, como estuvo Bolívar, a la altura de las más
               variadas circunstancias. Les faltaba la comunión entre el ideal y
               la realidad. Tuvieron exceso de lirismo o exceso de practicismo,
               no la íntima conexión que hace a los grandes civilizadores, los
               grandes estadistas, los grandes reformadores.
                  Alentemos la ilusión de que, en generaciones sucesivas, se
               multipliquen los hombres del tipo de Bolívar, los hombres
               completos, en profusión al menos comparable con la profusión
               de imágenes materiales del Libertador.



               REALIzAR
                  Las historias corrientes nos relatan la obra de Bolívar. La
               consagró el éxito, y una admiración justa la dilata y la dilatará más
               de siglo en siglo. Deslumbran los hechos a las muchedumbres,
               y aun los hombres que se juzgan extraños a la muchedumbre se
               inclinan ante los hechos. El éxito es la primera razón de su admi-
               ración. Conviene a los más jóvenes estudiar la vida de Bolívar
               sin idolatrías. Estudiarla, comprenderla y admirarla después.
               Conviene comprender que la obra de Bolívar es un resultado.
               Resultado lógico de las fuerzas condensadas en el Libertador.
               Entonces, la obra es una consecuencia, y nuestra admiración se
               vuelve hacia la justeza y la grandeza de las premisas. Se refiere
               que el descubridor de Neptuno, luego de precisar por el cálculo
               la necesidad de su existencia, fijó el punto del cielo donde debería
               encontrarse. Tan seguro estaba de la consecuencia, que no se
               dignó siquiera apuntar al cielo un telescopio para comprobarla.
               Otros lo hicieron por él y comprobaron el triunfo ruidoso del
               pensamiento y el método.
                  Cuando presenciamos el triunfo de un virtuoso de cualquier
               arte, nos entregamos al encanto del éxito y admiramos el resultado
               bello y armonioso. El joven artista que presencia, el soñador del
               propio triunfo por venir, se detiene a estudiar los caminos que
               aseguraron el éxito del artista admirado, la pincelada, el dominio
               de la técnica, la habilidad del acorde, el vencimiento de las difi-
               cultades, la vida de esfuerzos y contrastes del artista. Entonces la


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