Page 53 - Vida ejemplar de Simón Bolívar
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Santiago Key Ayala

               Bolívar pronuncia el juramento del Monte Sacro cuando no
            tenía ni derecho a la esperanza, y se consagra a la obra inmensa,
            cargada de incertidumbres y de arcanos. Brillante y solo posible en
            la grandeza del sueño. Se ha valorado. Se sabe capaz de maravillas.
            Ese concepto de su valer no lo abandona más. Temporalmente
            vencido, en Cartagena como en Jamaica, en Casacoima al igual que
            en Pativilca, desconocido, injuriado, sabe siempre lo que vale. Sus
            seguidores y sus émulos dudan de él en las horas adversas. Hasta lo
            culpan de los reveses. Él no duda un momento de sí mismo; más
            tarde, los otros reconocen su error y le vuelven centuplicadas su fe
            y su confianza.
               Podéis medir cuánto gana en  experiencia y en justeza sin
            mermar en audacia, comparando sus dos pasos de los Andes.
            Comparad la Campaña Admirable de 1813 con la Campaña de
            Boyacá en 1819. Son dos campañas brillantes, fulgurantes, coro-
            nadas de triunfo. Suma audacia en la marcha sobre Caracas, suma
            audacia  en la marcha sobre la Nueva Granada. Mas el hombre
            que va a triunfar en los páramos al lado de un ejército veterano,
            ha crecido en experiencia, en previsión, en seguridad de sí mismo;
            ha ampliado su ambición y su horizonte. Después de Boyacá, su
            fe y su ambición continúan creciendo. Marcha hacia el Sur. Sabe
            que puede libertar a Quito y acomete la empresa. Sabe que puede
            retener a Guayaquil y lo retiene para Colombia. Sabe que él es
            capaz de refrenar la anarquía, imponer la autoridad, combatir al
            enemigo franco y de frente, reducir al enemigo interno, allegar
            recursos, castigar a los que arruinan el tesoro público, y acepta
            la tremenda misión de resolver los problemas de la liberación
            del Perú. Se siente capaz de encaminar a los pueblos hacia el
            honor, la probidad, la justicia. Quien ha vencido a la natura-
            leza, se enfrenta a la naturaleza de los hombres, a la ignorancia
            y veleidad de los pueblos. Quiere todavía más: llevar la libertad
            a Cuba; ¡llevar la libertad a España! No pudo ser. No podía ser.
            No hay fuerzas infinitas. Bolívar gastó la que poseía. Gigantesca,
            asombrosa, pero agotable. Nada se reservó para sí, y la enfer-
            medad llega, cautelosa y astuta avanzada de la muerte. Ante la
            invencible, Bolívar se valora por última vez. Sabe que puede ver
            la muerte cara a cara, y sabe que puede ver también cara a cara la
            justicia de la posteridad. Ante la vida que lo deja, ante la muerte
            que lo abraza, ante la posteridad que divisa, como si la tuviera


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