Page 58 - Vida ejemplar de Simón Bolívar
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EL PRImERO
Al igual que en muchos otros hombres, la juventud es en
Bolívar agitación desequilibrada. No era su temperamento
hecho para el equilibrio estático, absurdo modo de vivir en la
quietud de la inercia. Precisaba para la potencialidad de su espí-
ritu otro género de equilibrio, el equilibrio instable, oscilante
perpetuo entre el logro y la ruptura, el equilibrio dinámico donde
la potencia vence la resistencia y se produce el movimiento, la
acción, la vida. El juramento del Monte Sacro señala el momento
en que el espíritu de Bolívar encuentra el equilibrio dinámico. La
fuerza genial, antes versátil, se fija. Frente a Roma, pensando en
lo que fue, en lo que es, en lo que será, Bolívar se ha preguntado:
“¿Para qué sirvo?, ¿qué voy a hacer en la vida?”. Y supo respon-
derse. La historia prueba que la respuesta no fue presunción de
juventud, sino revelación de una potencialidad que vencería las
resistencias.
En proporciones justas, por modestas que sean, todo joven
puede y debe tener su Monte Sacro espiritual. Llega el momento
en que debe, frente a la vida desplegada e incógnita para él,
preguntarse como Bolívar: “¿Para qué sirvo?, ¿qué voy a hacer
en la vida?”. Dichosos vosotros si os hacéis tal pregunta y sabéis
responderos. Dichoso el pueblo en que las respuestas comprueben
el propósito lúcido de voluntades capaces de medirse a sí mismas.
Desde las primeras tentativas de la revolución, Bolívar se
señala. No es, ni por su edad, ni por las circunstancias, el primero.
Ya es mucho estar entre los primeros.
A partir del Manifiesto de Cartagena, es el primero por la visión
política y el vigor del concepto. Todavía no lo es por la acción. Se
pone a las órdenes de jefes que son y resultarán inferiores. Tiene
confianza en su fuerza. Va hacia el primer puesto, llevado de su
potencialidad. Al llegar a Caracas y restablecer la República, alcanza
el título de Libertador. Ya es el primero. No dejará de serlo nunca
más. Lo será siempre, en los reveses como en los triunfos, acatado,
desconocido, errante por las Antillas o al frente de pujantes ejér-
citos. Nunca más, en ningún momento, habrá otro más digno
que él ni superior a él para dirigir y hacer triunfar la revolución.
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