Page 62 - Vida ejemplar de Simón Bolívar
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TRANSPARENCIA


                  Bolívar fue, sobre todo, político. La política es la esencia de su
               vida. La política le da un ideal remoto y grandioso; lo absorbe, lo
               orienta para siempre en un solo sentido. Al final de su existencia,
               Bolívar la cierra con un acto político.
                  ¿Qué es la política de Bolívar? No, por cierto, lo que entre
               nosotros corrientemente se entiende por política. Él la entiende,
               la concibe, la practica en su más alto y recto sentido. Como
               el arte de dirigir a los hombres y a los pueblos hacia su bien
               posible, hacia su mayor elevación, hacia la justicia. Para dirigir a
               los hombres y a los pueblos, es necesario conocerlos. El simple
               ideólogo parte de su ideología, desconoce u olvida las realidades,
               se engaña y se estrella contra las deficiencias, las lacras, las idio-
               sincrasias de los pueblos. Bolívar tiene buenos ojos y ve claro.
               El conocimiento de los hombres constituyó para él una de las
               mayores fuerzas que lo guiaron en su carrera política. Lejos en
               realidad de las fallas ideológicas que se le atribuyen, no creyó a los
               hombres ni mejores ni peores de lo que son. Para las deficiencias
               tuvo, según los tipos y las ocasiones, la tolerancia comprensiva,
               el hábil halago, o el rigor inflexible. Sabía ganarse una voluntad
               hostil, pero leal, con un solo epíteto justo o generoso. Algunas de
               esas lealtades conquistadas duraron más que su vida.
                  Y henos aquí frente al más interesante aspecto de la vida ejem-
               plar de Bolívar. El autor de este libro no ha titubeado en poner
               su trabajo al amparo de Nicolás Maquiavelo. El calumniado filó-
               sofo de El Príncipe se dolía de la esclavitud de su patria, de verla
               humillada por el extranjero, de contemplarla anarquizada, pasto
               de las pequeñas ambiciones de los hombres limitados. Sabía bien
               que él no era el hombre excepcional capaz de realizar su sueño
               de la patria redimida, y soñaba con ser a lo menos el guía remoto
               del príncipe esperado. Su moral política es fría, técnica, ceñida
               a su época, a las circunstancias de su pueblo. Bajo la frialdad del
               tecnicismo palpitaba el corazón patriota. Vosotros mismos diréis
               si el consejo de imitar las virtudes de los grandes hombres no es
               un gran consejo y si el sueño de la patria ennoblecida no es un


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