Page 66 - Vida ejemplar de Simón Bolívar
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DESPRENDImIENTO Y GLORIA


                  Bolívar amó la gloria y la juzgó recompensa máxima de su
               empeño por la libertad de América. Algunos críticos identifican
               la personalidad de Bolívar con ese anhelo de gloria encendido en
               su alma desde la juventud.
                  Conviene analizar el concepto para comprender al Libertador
               y penetrar un poco más hondamente en su alma. Jamás grande
               hombre alguno saboreó tanto como Bolívar y con tanta intensidad
               el rico y generoso vino de la gloria. Gustó de él con sensualidad. Lo
               tuvo en abundancia. Lo apuró en no más de quince años, disconti-
               nuos, porque la fortuna lo sometió a pruebas y contrastes. La hora
               del desengaño llegó demasiado pronto y la muerte física apagó su
               genio, a la manera de la noche tropical, tras un rápido crepúsculo.
                  Amó su gloria Bolívar y pareció ponerla sobre cualquier otra
               tentación humana. Estaba seguro de ella. La estimó eterna y supe-
               rior a toda otra gloria. En sus documentos, en sus cartas, asoma
               a cada paso la convicción de que el tiempo no prevalecerá contra
               ella. “Yo los representaré ante la posteridad”, dice pensando en
               sus conciudadanos. Proclama a los soldados de Colombia después
               de Ayacucho: “Centenares de victorias alargan vuestra vida hasta
               el término del mundo”. Al recibir el medallón de Washington:
               “Washington presentado por Lafayette es la corona de las recom-
               pensas humanas”.
                  Tan alto y fiero orgullo no podía satisfacerse con los mezquinos
               halagos que la vida ofrece a los hombres corrientes. Todo lo
               estimó inferior a la satisfacción de su gloria. Su desprendimiento
               de riquezas fue constante y sincero. Sincero, también, su rechazo
               de la corona con que lo tentaron. Porque no solo era inconve-
               niente para Colombia, sino pobre recompensa a quien había
               alcanzado las mayores. No había de cambiar por la pobre arma-
               dura de tabla y terciopelo el título de Libertador, único en la
               historia del mundo.
                  Sobre el desprendimiento de Bolívar por las riquezas mate-
               riales, se ha formado ya la conciencia concluyente de la historia.
               Nuevos documentos íntimos han desvanecido hasta las últimas


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