Page 367 - Sencillamente Aquiles
P. 367
aquiles nazoa
(Se enciende la luz del escenario. Y allí aparece él, en piyama,
con una facha lamentable y como anidado en medio de un re-
guero de muebles en desorden y de los restos de una romanilla
que acaba de venirse abajo. Casi simultáneamente con la llegada
de la luz, entra ella. Lleva un salto de cama con su inevitable
dragón en la espalda.)
ella (Pasmada, con alarma): ¡Ay, Dios mío!… ¡Mira como
esguañangaste la romanilla!… ¡Ay mi ma…! (Transi-
ción de burla disimulada. Con marcada ironía) Pero mi
amor, ¿tú eres loco?… ¿Cómo se te ocurre ponerte a
darles patadas a los mecedores a esta hora? Vamos a ver:
¿qué vas a sacar tú con eso?
él (Gimiendo y furioso): Ah, ¿pero de ñapa me vas a venir
con ese chicle ahora? ¡Vete a dormir chica, vete! ¡Dé-
jame solo con mi dolor! Como un perro. Porque eso
es lo que yo soy en esta casa: un perro, ¡un perro a la
izquierda!
ella: Perro a la izquierda no, mi amor: ¡cero a la izquierda!
él (Violento): ¡Déjame terminar! (Terminando en el tono an-
terior) ¡…al que no se le atiende ni cuando está herido!
ella (Molesta): ¡Pero si yo no estoy haciendo nada!… No
seas injusto, Romualdo Antonio. (Rompe a llorar) ¡Es
que cada vez que tú te levantas a ver si hay un ladrón,
tenemos que amanecer comprando corotos nuevos!…
¿No ves que te levantas de mala gana?
él (Tratando de calmarla): ¡Pero mi amor!
ella (Llorando más): ¡Qué desgraciada he sido en mi ma-
trimonio!… Todas las mujeres tienen un marido que
se levante a buscar ladrones, menos yo. (Crece su llanto.)
367