Page 371 - Sencillamente Aquiles
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aquiles nazoa
—Niña, pero entonces ustedes tienen una discoteca
completa.
—Y eso que tú no has visto la billoteca. ¡Tenemos una
billoteca!… Todas las noches me pongo mis anteojos jazz-
band, abro una caja de manzanas y me acuesto a leer Don Ci-
pote de la Mancha en inglés. ¡A mí me encanta Don Pipote!
—Tendrán muy buenos libros, ¿verdad?
—Naturalmente. Todos están forrados en cuero. Vamos
hasta ahí, que estoy buscando unas velitas de vidrio de esas
que tienen agua hervida por dentro y echan bombitas.
—¿De esas que parecen unas ampolletas rosadas?
—Yes… ¿Verdad que son un sueño? Figúrate que Freddi-
cito trajo dos cajas de Nueva York, ¿y tú crees que queda
una para remedio?… Todas las hemos ido regalando entre
nuestros amigos más ínfimos. Y a mí me dislocan esas con-
denadas velitas. Para ponérselas a las tortas de cumpleaños
están soñadas. Uno las sopla y no se apagan como las otras.
—Ahí las tienes…
—Ah, sí… (Llamando.) Esteeem… ¡Mire, señorita!
(Ahí viene. Pregúntale tú a cómo son).
—¿Very moch bólivar biútiful general eléctric merry
critsmas?
—¿Cómo es el golpe?
—Ay, chica, como que no entiende. Esa mujer es na-
tiva. Mire, señorita, ella le está preguntando que a cómo
son esas velitas. (Qué horror, qué servicio tan pésimo; no
sé cómo a estos americanos tan prácticos que son se les
ocurre poner nativas a atender a uno. En Estados Unidos
todas las dependientas de tiendas saben hablar inglés.)
—¡Ay, mira quién viene allá!
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