Page 305 - Sencillamente Aquiles
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aquiles nazoa


              orgullo de un radioescucha de aquellos años se cifraba en
              la posesión de un aparato superheterodino de toda onda,
              modelo de acapillada forma muy en el gusto arquitectó-
              nico del modern style, que ya traía la corneta incorporada
              al mueble. Las gentes hasta aquellos años se congregaban
              religiosamente en sus hogares para oír el radio, con la ac-
              titud de recogimiento y concentrada atención que se de-
              dica a un buen concierto. Y como había ocurrido con la
              pianola en los años iniciales del 20, y posteriormente con
              las victrolas y ortofónicas, se instauró entre los caraqueños la
              moda de poner bailes con radio.
                  La primera figura del canto que alcanzó fama por sus ac-
              tuaciones por la radio venezolana, fue la hermosa caraqueña
              Soledad Espinal, quien junto a Tito Coral (Pío Corao) fue
              también una de las primeras voces nacionales que se oyeron
              en discos. Siguióla en popularidad Juani to Renot, célebre
              por su interpretación de «Capullito de alhe lí», estrenada en
              1930. Aquella década es también la de los comienzos del
              programa cómico «La familia Buchipluma», que destacó
              a Carlos Fernández como el más grande comediógrafo de
              la radiofonía venezolana en todos los tiempos.
                  La decadencia de la radio caraqueña y su gran quiebra
              artística comenzó al faltarle figuras de gran talento
              creador y amplia solvencia cultural que la habían soste-
              nido desde sus principios, como Edgar J. Anzola, Mario
              García Arocha y Alfredo Cortina, finos talentos que ha-
              bían logrado imponerle el más noble estilo como medio de
              divertimiento y recurso de cultura.
                  De aquellos años heroicos de la radiodifusión, del
              conmovedor entusiasmo porvenirista con que nuestra
              ciudad acogió el advenimiento de la nueva invención, nos
              queda el testimonio de un poeta entonces joven que cantó

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