Page 309 - Sencillamente Aquiles
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aquiles nazoa


              de afeitar para pintar los muebles—, y aun hace extensivo
              el peligroso concepto de pavoso a ciertas formas literarias,
              a muchas formas de la conducta, a algunos personajes por
              su manera de vestir o por su modo de ser, y hasta a muchas
              venerables instituciones que han ido a la quiebra al caer bajo
              tan ominosa catalogación.
                  Al atribuirle a las cosas enumeradas la propiedad de
              atraer el malestar al ambiente en que se encuentran, coin-
              cide curiosamente la intuición caraqueña con las teorías
              de la moderna psicobiología, según las cuales el hombre es
              un animal de naturaleza optodinámica, un ser cuyo medio
              más importante de comunicación con el mundo es la vista
              y, por eso, tanto mayor será su sensación de bienestar, de
              equilibrio psíquico y tanto mejores sus aptitudes para el
              disfrute de la vida, para el amor, para la elevación moral
              y plena realización de la personalidad, cuanto más intensa
              sea la sensación de armonía, de claridad y de belleza que
              reciban sus ojos. Si la disposición de lo visible es capaz
              de influir de tal forma en los impulsos de nuestra subjeti-
              vidad, es comprensible entonces que en la presencia de lo
              chato, de lo mediocre, de lo inestable y de lo ramplón, nos
              sintamos como ensombrecidos, como psíquicamente per-
              turbados. Es un mal que los psiquiatras denominan psi-
              cosis de lo feo y que el folklore urbano de Caracas llama
              sencillamente la pava. Si el que se siente bajo la influencia
              de la pava no está en capacidad de discernir racionalmente
              los verdaderos motivos del malestar que lo perturba, hay en
              él en cambio una especie de intuición crítica, algo así como
              una potencia defensiva secreta, o vacuna espiritual, que lo
              conduce invariablemente a localizar la causa de su pertur-
              bación en el objeto más antiestético o más anacrónico que
              tenga en su cercanía y que es, para él, un objeto pavoso.

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