Page 299 - Sencillamente Aquiles
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aquiles nazoa
aberraciones de la burocracia que Hamlet señala entre las
calamidades que a veces hacen indeseable la vida: the laws
delays, the insolence of office.
Ahogada la iniciativa de Humphrey por el papeleo bu-
rocrático, vino desde Nueva York a retomarla en sus manos
el español Manuel Montúfar, una de esas imperiosas per-
sonalidades convocadas para las empresas difíciles, para
las aventuras de titanes, como las celebra Whitman en su
poema de los pioneros. En la arruinada Venezuela de aquel
entonces, al cabo de una larga lucha y de un infatigable
apostolado contra la cicatería y espíritu parroquial de unos
comerciantes que todavía tienen las velas esteáricas como
la última palabra en iluminación, logra Montúfar esta-
blecer una compañía para la instalación de una línea de te-
légrafo electromagnético entre Caracas y La Guaira. Fue
la primera que se tendiera en el país, y entró en servicio el
9 de mayo de 1856.
Y entre los jubilosos testigos de ese momento en que el
ministro don Francisco Aranda consigna en los transmi-
sores el primer telegrama que se escribió en el país; entre
los que prorrumpieron en vibrante salva de aplausos y vivas
a la ciencia y a la patria, cuando momentos después llegaba
la respuesta al mensaje inaugural del ministro, se encon-
traba, entonces muchacho de catorce años, Gerardo Borges,
un caraqueño que estaba llamado a la fama como primer
telegrafista venezolano, y como uno de los latinoame-
ricanos de más grande reputación en el estudio de la elec-
tricidad como ciencia. En 1880 fue designado Borges por el
gobierno de Guzmán Blanco para representar a Venezuela
en el Primer Congreso Internacional de Electricidad, cele-
brado en París, donde se reunieron físicos e inventores de
gran nombradía mundial como Kelvin, Helmutz, Ortuño
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